Dentro de la compleja visión y relación con la muerte en México, que tanto ha maravillado al mundo, un lugar especial está reservado para la tierra purépecha de Pátzcuaro y la isla de Janitzio. El encuentro entre las culturas mesoamericanas y las europeas se presenta desde el primer momento en sus altares llenos de color, alimentos e imágenes religiosas.
El punto de partida casi obligado es el centro de Pátzcuaro, que en estos días se encuentra lleno de movimiento por su tradicional tianguis, donde los artesanos ofrecen una gran diversidad de objetos con motivo de la fecha. Muchas de las familias de Pátzcuaro se preparan para emprender el viaje en lancha a la isla de Janitzio.
A pesar de la cercanía con Pátzcuaro, el ritmo de la vida en la isla es muy distinto. Desde lo lejos, el monumento del General Morelos saluda a los visitantes y los pescadores, llamados «mariposeros», que montan ya el espectáculo que nos asegura un momento único.
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Los moradores de Janitzio se encuentran en los preparativos de lo que es su fiesta más significativa: el regreso de las ánimas, llamado en lengua purépecha ANIMECHA KEJTZITAKUA, que significa “La noche de las Ánimas”.
Desde el 31 de octubre ya se observan los altares en los hogares. Por las calles se puede ver a los padrinos de las ánimas que tienen apenas un año de fallecidos elaborando los arcos adornados con flores de cempoalxóchitl. Se suman al ornamento frutas y alfeñiques con las más variadas formas de lo que le gustaba al alma cuando estaba en la tierra.
Los arcos serán llevados a la casa del difunto entre rezos y cantos, donde serán recibidos por la familia en el altar, mientras grupos de música tradicional ejecutan pirekuas especiales para la festividad. Posteriormente seguirán los rezos y se degustarán los platillos de la región, especialmente los elaborados con el producto de la pesca a orilla de la isla.
Para el 1 de noviembre partirán estas ofrendas en formas de arco al panteón, si es que se trata del alma de un infante. Será el 2 de noviembre si se trata de un adulto.
La procesión parte de las casas al ya emblemático cementerio que se encuentra a un lado de la iglesia de San Jerónimo, donde se velarán por toda la noche a los difuntos y se convivirá con ellos, rompiendo los límites entre la vida y la muerte.
Se ha vuelto normal el recibir a miles de turistas que desean conocer esta tradición. Desde los años 40 era costumbre que pintores, como Diego Rivera, o fotógrafos se dieran cita en el lugar para retratar estos momentos de religiosidad del pueblo purépecha.
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Hoy, otra es la situación debido a la cantidad creciente del turismo que, si bien rompe la armonía de los habitantes de Janitzio, son parte importante de la economía del lugar. Sin embargo, los moradores de la isla y sus ánimas nunca dejan de encontrarse y tener un momento para recordar.
Este texto e imágenes son de la autoría de J. Fernando Montes de Oca, fotógrafo, documentalista y promotor de las manifestaciones culturales de México y el mundo.
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