Fruta nativa de América, la piña históricamente fue conocida por su rareza y hace más de 500 años se convirtió en todo un símbolo de la hospitalidad y lujo.
Según documentos históricos, Cristóbal Colón descubrió la piña en su segundo viaje al Caribe en 1493. En una aldea local en la isla de Guadalupe, su equipo encontró montones de verduras frescas y frutas exóticas que los marineros nunca habían visto o probado.
Comieron las frutas y descubrieron que disfrutaban más de una fruta en particular: la piña.
En sus registros, escribieron sobre la curiosa fruta nueva, que tenía un exterior abrasivo y segmentado como una piña de pino y una pulpa interior firme como una manzana, y así nació el nombre de esta fruta en ingles; “pineapple”.
El azúcar refinada y la fruta fresca eran una rareza costosa cuando Colón regresó a Europa e introdujo la piña dulce.
Fue un éxito instantáneo entre la corte real y las piñas se convirtieron en un símbolo de gran riqueza. Ya que, pasaron casi 200 años hasta que los jardineros europeos pudieron cultivar las frutas en las condiciones europeas.
Las piñas no solo eran caras, sino también frágiles.
El viaje por mar desde el Caribe hasta las colonias pudrió la mayor parte de la fruta durante el viaje caluroso y húmedo. Incluso a finales del siglo XVII, la piña seguía siendo tan codiciada que el rey Carlos II de Inglaterra posó para un retrato oficial en un acto que era simbólico del privilegio real: recibir una piña como regalo.
También, por aquellos tiempos, cuando los marineros desembarcaban en un puerto, siempre buscaban casas con piñas colgadas en la puerta, sinónimo de comida o alojamiento.
Desde entonces, la piña ha sido incluida en el diseño de puertas y en la entrada de las ciudades como símbolo de bienvenida.
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