Símbolos sagrados, las águilas reales compartían el destino de docenas de hombres que eran sacrificados en sangrientos rituales en la pirámide de la muerte que se encuentra en Teotihuacán, y que también es conocida como la Pirámide de la Luna.
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Incluso los violentos aztecas quedaron impresionados la primera vez que vieron Teotihuacán.
Cuando ocuparon la Meseta Central de México, en el siglo XIII, los misteriosos teotihuacanos, cuya cultura había alcanzado su apogeo alrededor del siglo V de nuestra era, tenían ya mucho tiempo de haber desaparecido.
Para entonces su gran centro ceremonial, donde en otros tiempos se reunían decenas de miles de personas alrededor de sagrados monumentos de piedra, ya se encontraba cubierto por una gruesa capa de vegetación.
Los aztecas le dieron nombre a esta ciudad y, conforme a sus propias creencias, a sus estructuras más importantes: pirámides del Sol y de la Luna.
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Supusieron que algunas construcciones eran tumbas, por lo cual la calle principal fue denominada Calzada de los Muertos. Sus conjeturas resultaron ser bastante acertadas.
Recientemente, las excavaciones a cargo de Rubén Cabrera Castro, del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, y Saburo Sugiyama, de la Universidad Prefectural de Aichi, de Japón, han puesto al descubierto opulentos y aterradores entierros dentro de la pirámide de la Luna.
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Los arqueólogos se adentraron 43 metros en la estructura de piedra y encontraron cinco emplazamientos funerarios.
Después de extraer la mayor parte de la tierra y los escombros, cada sitio se reforzó con vigas de acero para evitar accidentes. Con ayuda de una bomba se introducía aire fresco desde el exterior para permitir el trabajo de los arqueólogos.
Al remover las últimas capas de tierra se revelarían las escenas de la matanza: cabezas cercenadas y restos de guerreros y dignatarios extranjeros, además de mamíferos carnívoros, aves de rapiña y reptiles venenosos.
La evidencia indica que todos los muertos fueron víctimas de sacrificios rituales para consagrar las sucesivas etapas de la construcción de la pirámide.
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El sacrificio más antiguo data aproximadamente del año 200 d. C. y marca un importante crecimiento de la pirámide. Aparentemente, un extranjero herido «casi con certeza un prisionero de guerra» fue enterrado vivo con las manos atadas a la espalda.
Estaba rodeado de animales que representaban poderes míticos y supremacía militar: un lobo, un halcón, un búho, pumas, águilas y víboras de cascabel.
Algunos de los animales también fueron enterrados vivos, dentro de jaulas. Había también ofrendas finamente elaboradas, entre las cuales se encontraban armas de obsidiana y una gurilla sólida de jade, quizá una diosa de la guerra, a quien estaba dedicado el entierro.
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Cada uno de ellos resultó diferente al anterior, pero todos guardaban un mismo propósito:
«El sacrificio humano era importante para controlar a la gente«, dice Sugiyama, «para convencerla que hiciera lo que sus gobernantes deseaban«.
Teotihuacan fue uno de los primeros centros urbanos propiamente dichos del hemisferio occidental; en su período de mayor esplendor, abarcaba casi 20 kilómetros cuadrados.
Varios objetos preciosos que se recuperaron de la pirámide de la Luna y otras estructuras revelan que se trataba de una rica metrópoli comercial, cuyas conexiones llegaban a lugares muy distantes.
No se sabe por qué la ciudad sufrió una intempestiva decadencia alrededor del año 600 d. C., cuando casi toda la población huyó.
Prácticamente no existen testimonios escritos, tan sólo las ruinas de su ciudad y enigmáticos vestigios de su poderosa cultura.
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La construcción de la pirámide de la Luna inició alrededor del año 100 d. C. Se edificó en siete etapas diferentes, cada una erigida sobre la anterior.
Se realizaron sacrificios en tres de las etapas (4, 5 y 6), entre los años 200 y 350 d. C. Es posible que en el entierro más antiguo (A) se haya sepultado vivo a un ser humano.
En el Entierro B se encontraron los restos de 12 víctimas con los brazos atados; 10 de ellas habían sido decapitadas.
En el Entierro C se encontraron las cabezas de 14 lobos y 4 pumas, junto con los esqueletos de cuatro hombres.
En el Entierro E había tres extranjeros, muy ornamentados, de clase social alta, que fueron enterrados sentados.
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