La lucha libre mexicana es reconocida a nivel mundial y forma parte de la cultura e identidad de ese país que la conmemora cada septiembre.
La lucha libre mexicana es más que un deporte; se trata de uno de los elementos que distinguen a la identidad y cultura de este país. Basta con ver las máscaras que los aficionados al futbol portan en los encuentros internacionales, donde también los sombreros de charro y los penachos sirven para recordarle al resto del mundo las diferentes facetas de una misma nación.
Los antecedentes de este orgullo mexicano son tan remotos como la Antigua Grecia, pues durante el periodo que duró esa etapa del país mediterráneo se empezó a desarrollar una práctica similar. No obstante, de igual modo, las civilizaciones mesoamericanas, mucho más relacionadas al México actual, ejercitaban a sus guerreros a través de enfrentamientos, principalmente, de cuerpo a cuerpo.
Sin embargo, la lucha libre mexicana, tal y como la conocemos en la actualidad, empezó a tomar forma durante la primera mitad del siglo XIX. Por aquellos tiempos, aproximadamente 100 años antes de que se formalizara la disciplina como deporte, los escenarios que daban lugar a los enfrentamientos eran teatros, plazas públicas y de toros, o algunas arenas de box.
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Otro importante momento para la construcción de la lucha libre mexicana llegó con Enrique Ugartechea, quien se dio a conocer como el primer luchador mexicano. Él empezó a formar las bases de lo que hoy entendemos por este deporte.
Qué es la lucha libre mexicana y quién es el padre de este icónico deporte
Antes de añadir algo más, vale la pena mencionar que la lucha libre fue declarada patrimonio intangible, popular y cultural de la Ciudad de México. Así lo estableció la Secretaría de Cultura de la capital mexicana.
Esta representa una disciplina deportiva que se caracteriza por la numerosa cantidad de exponentes de la misma que usa máscara y toma identidades para construir sus personajes del ring. Aunado a ello, las secuencias teatrales figuran igualmente entre las características.
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Si hablamos del padre de la versión mexicana, lo más correcto sería cederle el lugar a Salvador Lutteroth, un ex teniente de la Revolución que vio cómo se desarrollaba la lucha libre en Estados Unidos. Experimentar la emoción de esa disciplina hizo que el mexicano viera potencial para ella en su país, por lo mismo la empezó a promover ahí.
La misión de Lutteroth se consolidó cuando, en 1933, fundó la Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL), hoy nombrada como Consejo Mundial de Lucha libre (CMLL). Al poco tiempo, el naciente deporte alcanzó su periodo de auge entre los 40 y los 70, tiempo que coincide con el florecimiento de la televisión, la radio y el cine, en México.
Un día para las máscaras
En 2016 el Senado de México declaró el 21 de septiembre como el Día Nacional de la Lucha Libre y del Luchador Profesional Mexicano. La razón para asignar a esa fecha es que justamente un día como ese, pero de 1933, dio inicio la mencionada empresa.
De acuerdo con lo que José Ángel Garfias Frías, investigador de industrias creativas, comentó a la UNAM, la fecha señalada solo tiene un carácter emotivo. Sin embargo, haber asignado a este deporte la categoría de patrimonio de la Ciudad de México propiciará acciones que beneficien al luchador, añade el experto.
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