“Año bisiesto, año siniestro”, reza un refrán sobre la superstición que rodea a los años de 366 días. Más allá de si se cree o no en los pronósticos de mala o buena suerte, la realidad es que los años bisiestos, que ocurren regularmente cada cuatro años en el calendario gregoriano, salvan a gran parte del mundo de la confusión y el caos.
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La Tierra tarda aproximadamente 365.24 días en completar su órbita alrededor del Sol, equivalente a 365 días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos. Después de cuatro años, esas horas sobrantes suman casi día entero (23.262222 horas), los años bisiestos existen para ajustar el calendario de 12 meses y alinearlo con ciclo solar. La adopción generalizada del calendario gregoriano garantiza la sincronización de días y meses con las estaciones.
«Si no tuviéramos en cuenta este tiempo extra, las estaciones comenzarían a cambiar. Esto sería molesto, si no devastador, porque durante un período de aproximadamente 700 años, nuestros veranos, que esperamos que sean en junio en el hemisferio norte, comenzarían a ocurrir en diciembre», explicó en un artículo de National Air and Space Museum, el doctor Bob Craddock.
Es por eso que la mayor parte del mundo moderno ha adoptado el calendario gregoriano y su sistema de años bisiestos para permitir que los días y los meses sigan el ritmo de las estaciones. Sin esta pequeña corrección cada cuatro años, el calendario se desalinearían progresivamente, afectando desde la planificación de cultivos hasta la regulación del clima.
Incorporar un día adicional cada cuatro años mantiene nuestro calendario alineado con el año sidéreo; sin embargo, esta medida no es completamente precisa. Según el Dr. Bob Craddock, al agregar un día bisiesto cada cuatro años, prolongamos el año calendario en más de 44 minutos, lo que eventualmente afectaría el alineamiento de las estaciones. Por esta razón, los años bisiestos no ocurren de manera estricta cada 4 años.
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La introducción del año bisiesto se remonta al calendario juliano, propuesto por Julio César en el 45 a.C. Este añadía un día extra cada cuatro años para compensar el desfase entre el año solar y el calendario. Sin embargo, esta solución generaba un exceso de ajuste temporal.
En 1582, el Papa Gregorio XIII introdujo el calendario gregoriano, refinando el sistema juliano. Manteniendo la idea del año bisiesto, se estableció que si un año es divisible por 100 y no por 400, se omite el año bisiesto, eliminando algunos bisiestos innecesarios. Sin años bisiestos, el calendario actual acumularía un desfase y a lo largo de los siglos, este crecería significativamente, afectando las estaciones y desencadenando consecuencias en la agricultura, el clima y otros aspectos vinculados al ciclo solar.
Debido a esta regla, el año 2000 fue bisiesto, mientras que los años 1700, 1800 y 1900 no lo fueron. La próxima excepción será en el año 2100.
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