La creatividad humana no tiene límites. Gracias a esta cualidad tan importante, la vida se llena de significado y el mundo se reinventa una y otra vez. Entre los mejores exponentes de este verdadero poder están los artistas, hombres y mujeres que han llevado su expresión, con ayuda de una aguda sensibilidad, hacia niveles estéticos. Afortunadamente, los ejemplos sobran, pues las diferentes etapas de la humanidad han visto varias corrientes y representantes. Sin embargo, en esa búsqueda por ir más lejos, algunos decidieron enfrentar a la naturaleza con el fin de enriquecer su obra. Ese es el caso Yves Klein, el artista francés que inventó un color.
Yves Klein fue un artista cuyo paso por el mundo duró poco más de tres décadas. Nació en Niza, Francia, el 28 de abril de 1928 y falleció el 6 de junio de 1962. Su trabajo estuvo inscrito en el neodadaísmo, un movimiento artístico que recupera mucha de la esencia clásica griega y latina. Pero, también, el francés está considera como uno de los fundadores del nuevo realismo.
La familia de Yves Klein ya traía el arte en la sangre, puesto que la madre y el padre del artista dedicaron su vida a la pintura. No obstante, pese a esta influencia, Klein no entregó sus primeros tiempos a la misma vocación. De hecho, su formación no era estaba precisamente encaminada a ella.
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Incluso antes de llegar a la pintura, Yves Klein empezó a practicar judo. En paralelo a su incursión a las artes marciales, conoció a Arman Fernández y Claude Pascal y formó una importante amistad con ellos, la cual lo llevaría de regreso a su destino: la pintura.
Klein no abandonó el judo, pero sí abrió sus horizontes con el arte, dado que, como explica Britannica, comprendió el poder de la imaginación manifestada a través de la idea, la forma y, sobre todo, el color.
El artista, entre sus metas, se propuso “liberar al color de la prisión que es la línea”. Motivado por ese anhelo, llevó su atención al monocromo, única forma de pintura que, para él, “permitía hacer visible lo absoluto”.
De acuerdo con el sitio oficial que conmemora al pintor francés, la práctica de Yves Klein reveló una nueva forma de conceptualizar el papel del artista, concibiendo toda su vida como una obra de arte.
En la búsqueda de la inmaterialidad y el infinito, el azul era el vehículo favorito de Yves Klein. Tanto fue el amor y escape que el artista encontró en ese color, que él, en colaboración con su colega Edouard Adam, concibió una nueva tonalidad de azul, conocida como International Klein Blue (IKB).
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Este azul “mejorado” no descansa su singularidad en el pigmento, sino en la aglutinante resina sintética que que le permite mantener su intensidad cromática. El nuevo tono se convirtió, hacia el final de su vida, en casi el único que utilizó por el resto de sus días, dando con ello una reinterpretación de su obra, ahora con ese legado histórico.
Klein murió con tan solo 34 años. Su variedad de obras y su aporte cromático lo lograron instaurar como uno de los artísticas conceptuales pioneros del siglo XX.
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