En 1923, el descubrimiento de la tumba de un gobernante egipcio mejor conservada hasta entonces causó revuelo mundial: enterrada debajo de un asentamiento de viviendas en el Valle de los Reyes, la tumba de Tutankamón no sólo catapultó al faraón a la fama internacional, también despertó un interés inusitado en Occidente por la egiptología, mientras las más de 5,000 piezas descubiertas en su interior permitieron saber más sobre las técnicas de orfebrería de la época y el breve reinado de Tutankamón.
Al margen de la famosa máscara funeraria bañada en oro y con incrustaciones de piedras semipreciosas, una de las piezas más intrigantes halladas al interior del recinto funerario es la daga de Tutankamón, un arma blanca creada a partir de una lámina fina de hierro, con una empuñadura de oro cuyos acabados dan cuenta de un dominio inédito de la técnica para la época.
En el siglo XIV a.C., cuando gobernó Tutankamón, aún no se conocían las técnicas para calentar el hierro hasta lograr su fundición, mientras que el rastro más antiguo de fundiciones de este metal no aparece hasta el siglo VI a.C. en Egipto.
De ahí que durante décadas, los arqueólogos sugirieran –sin evidencia concluyente– que el hierro de la daga no era nativo de la Tierra, sino que tenía un origen extraterrestre.
Seis años después de que un análisis de rayos X confirmara que el material de la daga proviene de un meteorito y por lo tanto tiene un origen extraterrestre, un nuevo estudio del Instituto de Tecnología de Chiba, en Japón, analizó la composición química del arma tras distintas visitas al Museo Egipcio de El Cairo en febrero de 2020 y concluyó que no fue elaborada en Egipto.
Al analizar la distribución de níquel en la superficie de la daga, el equipo reveló que el metal se calentó a más de 800 ºC y menos de 950 ºC a partir de la existencia de patrones de Widmanstatten, un tipo de cristales alargados que aparecen en el níquel presente en el hierro meteórico que desaparecen al alcanzar los 1,000 ºC.
Este indicio, aunado al descubrimiento de yeso como el material utilizado para fijar los adornos que acompañan la empuñadura de oro (una técnica que no apareció en Egipto hasta el siglo IV a.C.), permite afirmar que la daga de Tutankamón no se forjó en el delta del Nilo, sino que tiene un origen extranjero.
El equipo relaciona el hallazgo con uno de los pasajes contenidos en las Cartas de Amarna, un conjunto de tablillas de arcilla que dan cuenta de las relaciones diplomáticas entre Egipto y otros estados al norte de la costa mediterránea: en una de las tablillas, se detalla cómo un antiguo gobernante del reino de Mitanni (en la actual Siria) regaló una daga de hierro a Amenofis III, abuelo de Tutankamón que gobernó Egipto dos generaciones antes que él.
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