El Río Hirviente de Perú es el hogar de un antiguo espíritu sagrado, que vela por la seguridad de los pobladores originarios y las formas de vida en la selva.
Cualquier forma de vida animal que intentara nadar a través del caudal del Río Hirviente saldría, al menos, con quemaduras severas. Algunos registros indican que, incluso, algunas especies se cocinarían vivas: a lo largo de más de 6 kilómetros, las aguas alcanzan temperaturas de hasta 80ºC, muy por encima del promedio de las corrientes en el Amazonas.
Ubicado en la Amazonía peruana, éste es un brazo del segundo río más grande del mundo. A pesar de que la selva amazónica una de las regiones más ricas en biodiversidad del planeta, pocos organismos son capaces de sobrevivir las condiciones extremas del Río Hirviente. El agua está tan caliente, que literalmente se aprecian burbujas emerger hasta la superficie, como cuando se prepara agua para té. Ésta es la razón.
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¿Qué es el Río Hirviente y dónde se encuentra?
Los primeros registros que se tienen del Río Hirviente datan del siglo XVI, cuando los invasores españoles llegaron a la selva peruana. Los relatos de Hernán Cortés dan fe de un caudal poderoso tan caliente, que el agua literalmente estaba en punto de ebullición. Desde entonces, este rincón del Amazonas ha permanecido prácticamente intacto.
Quienes han querido adentrarse a estudiarlo tienen que tener la bendición de un chamán local, documenta la BBC. Sólo de esa manera, dicta la tradición local, «las aguas podrán encontrar el camino de regreso a su hogar».
De hecho, por milenios, los pobladores originarios lo han conocido Shanay-timpishka: el río «hervido con el calor del Sol«. Por lo difícil que es acceder a esta región en Perú, el espacio ha sido escasamente estudiado. Se conoce muy poco sobre las formas de vida que habitan en la selva circundante. Sin embargo, la cuestión que realmente ha inquietado a los científicos es por qué está tan caliente, y cómo es que se mantiene así a lo largo del año.
Otros ríos hirvientes en el mundo corren cerca de sistemas volcánicos. Por el calor que emite el material que corre por debajo de la superficie, naturalmente el agua se calienta hasta temperaturas atípicas. Sin embargo, el Amazonas no se caracteriza por tener volcanes. Perú tampoco: el más cercano se encuentra a unos 700 kilómetros, documenta el explorador de National Geographic Andrés Ruzo.
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En el hogar de Yacumama
Ruzo recuerda que, en su expedición al Río Hirviente, tuvo que navegar por horas antes de sentir el vapor de agua. Al alcanzar el caudal, narra sobre su experiencia, se encontró con una densa cortina de humo que ascendía desde las aguas y se entrelazaba con los árboles:
«Inmediatamente saqué mi termómetro, y la temperatura promedio del agua en el río era de 86ºC… no precisamente los 100ºC del punto de ebullición, pero suficientemente cerca», escribe el investigador sobre su experiencia.
Los locales atribuyen esto a que el Río Hirviente es el hogar de Yacumama: la serpiente sagrada que vela por la seguridad de la vida que ahí habita. En la tradición oral de los pueblos originarios se le conoce como el espíritu madre de las aguas.
Con el permiso del espíritu de la serpiente, los habitantes usan el agua del Río Hirviente para hacer té y cocinar. El agua no sabe a azufre, ya que no existe ningún sistema geotérmico que caliente las aguas. Por el contrario, no sabe a nada: como agua limpia. Por ello, también la utilizan para la medicina tradicional local.
Como las cascadas aledañas también están calientes, los pobladores originarios aprovechan la fuerza del agua para asearse en baños termales. Esto es en las partes del Río Hirviente que están por debajo de los 40ºC. En los arroyos que superan los 80ºC, si un animal cae por error al agua, se cocina de inmediato.
Aún a pesar de la relación ancestral que los locales guardan con este caudal, no existe una explicación todavía sobre por qué es tan caliente. Tampoco hay una relación causal entre el medioambiente y las condiciones del agua. Por ello, al Río Hirviente lo sigue envolviendo un halo de misterio. Ni siquiera la ciencia contemporánea ha logrado descifrarlo. «Es único», concluye Ruzo. No hay otro en el mundo que se le equipare.
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