San Rafaelle, bienestar encallado

El barco hospital que apoya a las comunidades más pobres de Colombia, está detenido por falta de recursos.

«San Rafaelle» es un barco hospital que durante su operación entre 2009 y 2013 atendió a casi 60,000 pacientes del pacífico colombiano, una de las zonas más deprimidas del país. Sin embargo, desde hace más de siete meses la nave está encallada en el mar por falta de recursos.

Indígenas y afrodescendientes de al menos cinco departamentos que bañan sus costas con el Océano Pacífico ya extrañan la llegada de ese buque blanco con franjas rojas que llevaba en su interior el antídoto para el olvido y la desigualdad, enfermedades que siguen imperantes en varias regiones del país.

Un equipo de 25 profesionales de la salud, en su mayoría voluntarios, realizaba misiones por decenas de municipios a donde el Estado aún no llega. Durante su funcionamiento logró reducir los índices de natalidad, salvó miles de vidas e implementó campañas para prevenir embarazos tempranos.

Con atención básica e intermedia, el «San Rafaelle» se convirtió en poco tiempo en la única IPS (Institución Prestadora de Servicios) a la cual estas comunidades podían acudir para curar sus males.

Así lo fue para los 7,000 habitantes de Salahonda, en el departamento de Nariño, a donde sólo se puede llegar por vía marítima. El arribo de este, el único barco hospital de Latinoamérica, se convertía cada tres meses en algo más que una «bendición del cielo».

Miles de niños, ancianos, hombres y mujeres de poblados como López de Micay y Timbiquí, en el departamento de Cauca; Puerto Merizalde y Yurumanguí, en Valle del Cauca; Bajo Baudó y el litoral de San Juan, en Chocó; y El Charco, Iscuandé y Mosquera, en Nariño, entre otros, se beneficiaron en cada zarpada.

Pese a la fuerte presencia de grupos armados ilegales en esa región del país, «San Rafaelle» logró realizar casi una treintena de misiones sin «ningún tipo de impedimento, ni peligro».

«Nos convertimos en la única opción de estas personas para acceder a servicios de salud. Nuestros recorridos se concentraron inclusive en las regiones a donde ni siquiera alcanzan a tener un servicio básico y allí logramos tener una atención integral», dijo la directora ejecutiva del barco hospital, Ana Lucía López.

Esta economista y especialista en gerencia social, madre de dos adolescentes y oriunda de esa región de Colombia, dedicó varios años de su juventud a la patrulla aérea del Pacífico, que realizaba brigadas similares a las del «San Rafaelle».

Gracias al contacto con esas comunidades y sus necesidades, López identificó que «el acceso a una simple consulta médica para muchos era bastante complicada», por lo que emprendió un proyecto «para darle la mano al Estado, que es el verdadero responsable de la salud de los colombianos».

En compañía del médico colombiano Diego Posso, que ejerció su profesión durante 18 años en el hospital San Rafaelle de Milán, en Italia, López comenzó a materializar el sueño del barco hospital dándole uso a «equipos reciclados», que en el país europeo eran «desechados como nuevos».

«La Esperanza», una barca pequeña equipada con dos consultorios y construida con el apoyo del exfutbolista del Inter de Milán Iván Ramiro Córdoba, fue el arranque de la expedición por el Pacífico en 2005. La respuesta de las comunidades fue masiva y la idea de construir un barco con más servicios comenzó a rondar a López.

Con el apoyo del gobierno de Italia y la Asociación Italiana para la Solidaridad entre los Pueblos (Aispo) se «logró recolectar 4,600 millones de pesos (2.2 millones de dólares aproximadamente)» para construir lo que ahora es «San Rafaelle».

El hospital flotante cuenta con un quirófano, un laboratorio clínico y seis consultorios, entre ellos uno odontológico. En cada una de sus misiones, viajan a bordo con seis médicos generales, un pediatra, un ginecopstetra, un cirujano, un anestesiólogo, un sociólogo y nueve tripulantes.

«Lamentablemente no tenemos recursos para moverlo desde julio del año pasado», y aunque «el Ministerio de Salud tiene la voluntad de asignar los recursos para el funcionamiento del barco», jurídicamente no es posible.

«Lo que nos han dicho es que por ser una institución privada no nos pueden dar recursos», explica López. Pero mantiene la esperanza de que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos «logre crear una figura para financiar el proyecto» o «que agentes internacionales se animen a apoyarlo».