Medio millón de personas arriesgaron su vida en la Selva del Darién en 2023. Este bosque reconocido por su biodiversidad, ahora también es uno de los cruces más peligrosos para las personas migrantes.
La Selva del Darién, en la frontera entre Panamá y Colombia, es un tesoro natural de biodiversidad. Este ecosistema alberga hábitats que van desde bosques húmedos tropicales hasta manglares costeros, brindando un refugio a una gran cantidad árboles y animales. Su espesa vegetación, montañas y ríos también la han convertido en uno de los cruces más peligrosos del continente para los cientos de miles de migrantes que atraviesan cada año, aunque a la naturaleza le sigue un peligro aún mayor: el crimen organizado y el tráfico de personas.
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Una selva que une el centro y sur de un continente
Este ecosistema abarca 17.014 km² y es esencial para la conectividad biológica entre el sur, centro y norte de América, permitiendo el flujo de especies a lo largo del continente. Entre su rica fauna se destacan el jaguar, el tapir, el ocelote y diversas aves endémicas. Sin embargo, la Selva del Darién enfrenta amenazas constantes, desde la deforestación hasta el tráfico ilegal de especies.
La extensa región abarca la totalidad de la provincia panameña del Darién, así como los distritos de Chimán y el este de Chepo. En Colombia, se extiende hacia los departamentos de Chocó y Antioquia. Llamada también «el Tapón del Darién», esta selva ha sido reconocida como una barrera natural entre ambos países, ya que no existe una vía terrestre oficial que conecte ambas regiones. El término «tapón» se utiliza porque en este punto se interrumpe la carretera Panamericana, que vincula diversos países del continente.
El Darién se ha convertido en un tramo estratégico para aquellos que salen de sus países en condiciones precarias y buscan llegar a Estados Unidos en busca de oportunidades laborales. En 2023, el número de personas que cruzaron esta selva alcanzó las 500 mil, cifra que duplicó a las 250 mil que lo hicieron en 2022.
El tapón del Darién, la travesía de miles de migrantes
En medio de esta densa franja tropical, las familias, incluyendo a niños, niñas y bebés de unos pocos meses, enfrentan diversos peligros, desde homicidios, abusos sexuales, trata y extorsión por parte de bandas criminales, hasta la amenaza de animales salvajes, insectos venenosos, los fuertes caudales de los ríos, las pendientes de las montañas y el agobiante calor y la humedad.
El año pasado, alrededor de 676 migrantes, principalmente mujeres, sufrieron violencia sexual en su travesía por el Darién. Diciembre fue el mes más crítico, con 214 víctimas, según cifras de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF). Al asedio de los grupos del crimen, se suman la falta de agua y la poca comida en los diferentes trayectos. Muchas de las personas en tránsito pierden todo en el camino y llegan a Panamá solo con la ropa que llevan puesta.
“Nos robaron todo lo que teníamos. Un grupo de hombres armados con pasamontañas nos retuvieron durante un día entero, y nos quitaron todo lo que llevábamos: nuestro dinero, nuestras pertenencias y hasta nuestra comida. Un grupo de personas de Haití nos dieron algo de comida”, narró Catherine, de Venezuela, a la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Ella viajaba con su esposo y sus hijos de 13, 11 y 9 años de edad.
La mayoría de las personas que arriesgan su vida en el Darién salen de países de América como Venezuela, Haití, Ecuador y Colombia, que enfrentan crisis políticas, violencia y la falta de empleos. A través de esta ruta también viajan personas de Asia y África, entre otras nacionalidades.
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La travesía por la Selva del Darién puede durar hasta 10 días
En la selva del Darién, muchas personas pierden la vida, y familias enteras se separan. Durante la estación seca, cruzar puede tomar de 4-7 días de caminata, mientras que en la estación lluviosa, que dura alrededor de nueve meses, el barro complica aún más el trayecto, aumentando los accidentes y extendiendo el viaje a hasta 10 días.
“Vimos muchos cadáveres flotando en el río”, contó Catherine a los voluntarios de una de la estación de Derechos Humanos. «Lo peor en mi caso, ya que no sé nadar, fue ver cómo varias personas se ahogaban, y otras que se caían por barrancos. No sé ni cuántos cadáveres he visto», relató Félix, otro migrante de origen venezolano.
Durante la travesía, los migrantes enfrentan deshidratación, enfermedades como el dengue y la malaria, ataques de animales salvajes y riesgos de ahogamiento en los rápidos de los ríos. De acuerdo con la ONU, tres cuartas partes de las personas sufrieron lesiones o accidentes, mientras que un tercio padeció alguna forma de maltrato o abuso.
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