¿Cómo proteger la vida de un grupo no contactado?, la interrogante de Ecuador.
En una extensa zona de la Amazonía ecuatoriana viven regidos solo con las leyes de la naturaleza los llamados pueblos ocultos, que no han tenido contacto con las sociedades que los rodean y sobre los que se cierne la amenaza de su desaparición, aunque ellos no lo sepan.
Estos pueblos decidieron vivir aislados, sin contacto con los gobiernos y apartados de la justicia ordinaria, las leyes, estructuras estatales o cualquier orden que signifique interferir en su forma de vida, basada en la caza y la recolección.
Se trata de los Taromenane, una parte de los Huaorani, indígenas que habitan originariamente en la selva amazónica y que evolucionan a su manera. El escaso conocimiento que se tiene de ellos ha sido a base de fotografías aéreas, rastreos satelitales y testimonios de eventuales contactos distantes.
Algunas de esas aproximaciones han sido sangrientas y se han saldado con la muerte de trabajadores, misioneros o funcionarios que fueron atacados con lanza. También protagonizaron enfrentamientos con otros grupos aborígenes.
A partir del 2006, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) pidió al gobierno medidas cautelares para favorecer a esta población, se instalaron cámaras en la selva para registrar posibles movimientos de estos grupos.
Se estableció también un Plan de Medidas Cautelares (PMC) para proteger a los oficialmente denominados pueblos indígenas aislados (PIA). El PMC, dirigido por el Ministerio de Justicia, recopiló entre el 2008 y el 2012 un total de 55 evidencias de la presencia y actividad de estos pueblos.
Viven en grandes chozas de materiales vegetales, en grupos familiares agrupados de entre 20 y 50 integrantes. Cazan, pescan y se defienden con lanzas y cerbatanas. Abandonan este hábitat cuando se agotan las fuentes de alimentos. Y no se sabe más.
Por ello es difícil manejar lo desconocido y más aún gobernar. «El asunto es extremadamente complejo y hay que tratarlo con responsabilidad, ¿Cómo proteger la vida de los no contactados, sin contactarlos?» comentó y se preguntó recientemente el presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Para su gobierno, el tratamiento del tema de los pueblos ocultos se hizo más sensible tras la matanza de una familia Taromenane en marzo de 2013 por parte de rivales Huaorani que además secuestraron a dos niñas, así por la decisión presidencial de explotar crudo en uno de los yacimientos ubicados dentro del parque nacional Yasuní, lugar donde viven los no contactados.
La investigadora Milagros Aguirre recuerda que esos pueblos y sus territorios están constitucionalmente protegidos, al ser «intangibles» y estar prohibida en ellos cualquier actividad extractiva. «Debe haber protocolos que indiquen que hacer en los casos en que se evidencie su presencia» aconseja.
Aguirre señala que hay mucha presión sobre los territorios en donde viven los Taromenane por parte de madereros, compañías petroleras y de explotación agrícola, por lo que cree que «la desaparición de estos grupos pequeños está cada vez más próxima».
El documentalista Carlos Andrés Vera, quien logró realizar un único reportaje sobre estos pueblos ocultos, propugna que el Estado debe ser más eficaz en el cuidado de las vidas de esos pueblos.
Vera sostiene que esta población está encaminada al exterminio «porque el Estado sigue jugando el papel de indiferencia» y porque «hay tantos factores externos que los hacen muy vulnerables».
Según comentó la representante de la Coordinadora de Organizaciones de Defensa de la Naturaleza y del Medio Ambiente (CEDENMA), Natalia Green, la vida de los pueblos no contactados está amenazada pues «se han convertido hoy en un estorbo para el desarrollo económico».
Para Green, la única protección ahora es legal, ya que la Constitución califica como delito de etnocidio cualquier intento de intervención en los territorios intangibles para los pueblos no contactados, que en el caso de Ecuador, casi llegan al millón de hectáreas.
Según diversas fuentes, se calcula que existen alrededor de 70 grupos indígenas ocultos en la Amazonía latinoamericana, que se extiende por Brasil, Ecuador, Perú y Bolivia.
Estos pueblos no contactados están cercados ya por la «civilización», por el mundo exterior, del que dramáticamente necesitan para sobrevivir.
Los Taromenane son en Ecuador un símbolo de fuerza y pureza, las almas de la selva que sobreviven con el jaguar y los ríos y que tienen el derecho a vivir su vida en forma natural, como han escogido. ¿Acercarse a ellos será ayuda o extermino? ¿Hay que contactarlos? Nadie tiene por ahora las respuestas.
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