Un inmueble de 190 metros de altura, que nunca fue concluido, es el hogar de más de mil familias, quienes han recibido hasta reconocimientos.
La historia de la Torre de David, un rascacielos convertido en favela en el centro de Caracas, dará un giro de 180 grados: después de siete años ocupado, las autoridades decidieron desalojar a más de 1,150 familias que vivían allí buscando una solución a la falta de un techo.
El edificio de 190 metros de altura, que cuenta con un helipuerto, paredes externas de vidrio y 10 pisos de parqueo, fue concebido como un centro financiero que se paralizó a causa de la crisis bancaria de mediados de los años 90. En 2007, 28 de sus 45 pisos fueron ocupados por familias sin techo que soñaban con asegurarse un hogar en el edificio de oficinas. Pero ahora parece que su destino es ser demolido, si las autoridades no cambian de opinión sobre su futuro.
La operación para desalojar a las familias que hicieron de la Torre de David su hogar comenzó a finales de julio, en consenso con sus líderes comunales, y mientras sigue adelante, el gobierno emprendió un proceso de consultas públicas para determinar si es posible la recuperación del edificio.
El complejo llamado Torre Confinanzas comenzó a construirse en 1990 como un proyecto de largo aliento del arquitecto David Brillembourg, quien lo ideó como el corazón de un centro financiero. Formaba parte de los proyectos del Banco Metropolitano, que cayó con la crisis bancaria de 1994 y pasó a poder del gobierno. El Ejecutivo se quedó con casas, edificios y terrenos dados en garantía por los banqueros a cambio de los rescates.
La construcción se paralizó cuando el proyecto tenía completado el 61 por ciento y posteriormente fue abandonado. Con todo, se trata del tercer edificio más alto de Caracas, después de las dos torres de Parque Central, con 225 metros y 64 pisos.
Durante años, la Torre de David fue un activo del Estado en poder del Fondo de Garantías de Depósito, creado para responder a los ahorristas ante crisis bancarias. En el año 2001 hubo un frustrado intento de subastarla por 80 millones de dólares.
Los habitantes que la ocuparon se organizaron para construir canalizaciones de agua y redes de electricidad. En su interior funcionaban una iglesia evangélica, barberías, tiendas de comestibles, comercios, un cibercafé y hasta una guardería infantil.
También tuvieron que lidiar con escaleras sin pasamanos, muros inconclusos y laboriosos ascensos piso por piso. Una cooperativa de taxis en moto prestaba el servicio llevando a las personas hasta el piso 20 por las rampas del estacionamiento. Además, la torre era vista como un refugio de delincuentes, lo que generó una serie de leyendas urbanas, negadas siempre por sus pobladores.
El ministro para la Transformación de Caracas, Ernesto Villegas, presentó como argumento para la evacuación la inseguridad estructural de la torre por la falta de muros y pasamanos en las escaleras. Sin embargo, negó versiones de que las personas que cayeron al vacío a causa de esa situación sumaban 80. Clausuró varios pisos, soldando las puertas para evitar nuevas ocupaciones, mientras las familias fueron trasladadas en autobuses y camiones de la Fuerza Armada a los Valles del Tuy, en las afueras de Caracas.
«(La evacuación) ha sido un proceso armónico, consensuado, coordinado con la comunidad organizada de la torre; y aquellas personas que no se han decidido aún, han sido reubicadas en pisos inferiores. Queremos que los pisos enteros sean desocupados para poder clausurarlos físicamente», dijo Villegas en un recorrido de periodistas por los pasillos del rascacielos.
Los trasladados dejaron en las paredes de la torre mensajes religiosos de «Dios te ama» y murales donde la figura predominante es el fallecido mandatario Hugo Chávez, así como una porción de sueños que los llevaron a pensar en que en la torre tendrían una vivienda permanente.
Las familias que habitaron el edificio se fueron sin rencores. «Llegué al piso siete hace cinco años. Mi sueño era tener una vivienda propia. Ahora tengo que iniciar una vida nueva», dijo Amanda García, una madre soltera de tres niños, que tomó el traslado con cierto entusiasmo. «Siento nostalgia. ¿Qué se puede hacer? Vamos a otro barrio y vamos a hacer nuestra vida otra vez», comentó Robinson Medina, un mecánico que llevaba cinco años viviendo en el complejo.
Los últimos habían llegado hace un año y medio y tuvieron que instalarse más allá del piso 25. «Aquí hay como tres barrios en uno. En los primeros pisos vivíamos como reyes», afirmó José Arrieta, un plomero (fontanero) que se trasladó desde un sector popular en las afuera de Caracas.
Tres semanas después del inicio de la evacuación, Villegas estimó que se había trasladado el 37 por ciento del total de los pobladores. En un debate auspiciado por el gobierno, la idea de la demolición no estaba tan clara y especialistas se inclinaron por rehabilitarlo para destinarlo a oficinas o viviendas.
Mientras los camiones iban y venían con colchones, cocinas y muebles, el presidente Nicolás Maduro puntualizó que la opción «más viable» para la torre es su demolición. «Estuve viendo las opciones, qué hacer con ese espacio, estamos esperando el informe final: todo pareciera indicar que hay que demolerlo. Es un espacio abandonado en aquel periodo de la quiebra de los bancos, cuando la época neoliberal que saquearon el país y dejaron esa torre ahí a medio hacer», dijo.
En el trajín cotidiano, sólo los residentes podían traspasar la entrada de metal, que daba ingreso al ala frontal del edificio en semicírculo, con columnas de cinco metros. Desde afuera podían verse sus paredes inconclusas taponadas con bloques de arcilla y decenas de antenas de televisión por cable.
Los residentes accedían al él negociando con una cooperativa habitacional. Pagaban un «derecho de condominio» de 200 bolívares al mes (unos 30 dólares) y compartían las labores de limpieza de los pasillos. Con un esfuerzo comunal se logró instalar un sistema de tuberías y bombas hidráulicas para llevar el agua hasta los tanques superiores.
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En 2012, la torre llegó hasta la bienal de Venecia después que un grupo de arquitectos presentara el proyecto «Torre de David, gran horizonte», para rescatar sus espacios. Allí se reconoció la organización comunal para hacer vivible un espacio sin agua, elevadores ni electricidad.
La mención del jurado decidió reconocer «a los habitantes de Caracas y a sus familias, que han creado una nueva comunidad y una casa a partir de un edificio abandonado e incompleto». Sin embargo, los arquitectos dijeron que el edificio se convirtió en una estructura «infranqueable» incluso para las autoridades policiales.
La diputada caraqueña Dinorah Figuera, del partido opositor Primero Justicia, señaló que lo que ocurrido con la torre es expresión de la negligencia del gobierno en materia de vivienda en la capital. «Ahí sucedieron hechos lamentables como asesinatos, cobro de espacios para improvisar apartamentos, acciones vandálicas, desmantelaban autos y motos. Todo a la vista del gobierno», señaló.