Jorge García es guía en Berlín, en un museo que tiempo atrás fue cárcel y lo retuvo como prisionero.
"Aquí no te pegaban, como en América Latina, sino que su objetivo era aniquilarte psíquicamente. Era una desaparición más lenta, pero más efectiva", dice Jorge García Vázquez, cubano de 55 años, guía en español y alemán del Memorial de Hohenschönhausen, en Berlín. Hoy, un museo; antes, una de las prisiones políticas más degradantes de la República Democrática Alemana (RDA).
El testimonio de Jorge sería uno más si no fuera porque también estuvo tras las rejas de Hohenschönhausen, cuando ésta era una de las 17 cárceles políticas en las que acababa toda persona sobre la que había sospechas de oponerse al régimen comunista.
Allí, en 1987, durante ocho días, sufrió los métodos de tortura psicológica de la Stasi, la policía política de la RDA.
La «tortura blanca» no dejaba golpes en el cuerpo, sino en la mente. Amenazas, insomnio forzoso con ruidos, música a todo volumen, largos interrogatorios. También llamadas falsas que los presos recibían y en las que se anunciaba la muerte de sus seres queridos.
"En los 80, Cuba y la Alemania Oriental tenían muchos convenios. Yo vine a inicios de esa década al lado comunista como traductor", explica en una de las tantas salas de interrogación que los agentes de la Stasi usaban para intimidar a los presos.
El espacio tiene muebles y teléfonos tan vetustos como las ideas que justificaron el amedrentamiento contra todo aquel que pensara distinto.
Por un tiempo, agentes cubanos le pidieron a Jorge que tradujera documentos de rutina. Era 1987. "Pero un día me dijeron que me darían misiones de mayor importancia. Fue así que me pidieron espiar a un músico cubano que había venido y del que era su traductor. Me negué y decidí escaparme".
Y no espió al músico recién llegado. "Le dije que lo seguían y confesó que no quería volver a Cuba. Acordamos escaparnos. Contacté con diplomáticos de Estados Unidos, pero la Stasi interceptó sus teléfonos".
A García Vázquez lo detuvieron a los tres días y así fue como acabó en Hohenschönhausen. ¿Y el músico? "Lo dejé en el aeropuerto, no supe más de él. Me había dicho que quería ir a México, pero un amigo me dijo que cree haberlo visto en Canadá".
Jorge habla también sobre su descontento con el modelo comunista. Antes de venir a Europa, su desazón ya existía al ver cómo solo tenían oportunidades los que seguían a pies juntillas el dictado de Fidel Castro.
No obstante, esperaba hallar algo distinto en Europa. Pero ya en Berlín, el pedido de convertirse en cómplice de espías selló su desencanto.
El cubano nacido en agosto de 1959 en La Habana fue interrogado en la prisión y lo amenazaron con dañar a su familia (su novia de entonces y su hijo de cinco años seguían en el lado oriental). "El objetivo era aplastar tu humanidad", resume.
Así fueron los ocho días antes de que lo deportaran a Cuba. Cree que no hubiese resistido pasar más tiempo en Hohenschönhausen. Admira a los que estuvieron meses y años y luego pudieron superar los traumas.
"Aunque tengo compañeros que no pueden ni volver aquí, madres a las que les quitaron los hijos, gente que ha sufrido mucho", evoca. "Los autoritarismos hacen daños que duran generaciones".
La Stasi siguió su caso incluso cuando se encontraba en Cuba, donde estuvo preso otros cinco meses. El expediente de 1987, al que pudo acceder varios años después, señala: "García Vásquez fue liberado en La Habana, bajo vigilancia de la Seguridad del Estado de Cuba".
"Pero pasé cinco años casi sin trabajar, sin derecho a nada", recuerda Jorge.
Ya libre, conoció a la chica que hoy es su esposa. Alemana, del lado occidental. Se casó con ella en La Habana, pero ni así le dieron el permiso que todo cubano necesita para salir de su país.
"Quería escaparme, planeaba irme a Miami en balsa, pese al temor que le tengo al mar y a que no sé nadar". Finalmente logró salir y viajar a Alemania en 1992, tres años después de la caída del Muro.
Jorge encontró así un destino paradójico: buscar un futuro con libertad en un lugar con doloroso pasado.
"La terapia psicológica por dos años ayudó mucho", reflexiona. "No se puede olvidar el pasado, sino aprender de él. Volver me enseñó a vencer el miedo y a decir lo que pensaba. Me dije que no reprimiría mis sentimientos ni mis ideas".
Y las heridas fueron cerrando poco a poco. Volvió a Hohenschönhausen en 1996. Lo hizo cuatro ocasiones más hasta 2009, cuando le ofrecieron el trabajo de guía. Se negó en un inicio. "No estaba preparado", argumenta. Más tranquilo, aceptó un año después.
"Decidí convertir mi pasado en una fuente de trabajo para enseñar que todo autoritarismo es malo, daña a la sociedad", explica. "Ahora busco difundir la memoria histórica, para que todo esto que pasó no se vuelva a repetir, para que acaben las dictaduras, las tiranías. La única solución es conversar y nunca imponerle tu verdad al otro".
Al final, dice Jorge, logró su cometido: conseguir la libertad. Su definición de esa palabra sorprende tanto como su historia: "La libertad es un regalo. A veces a uno le regalan algo y lo guarda, no lo usa. Pero si regalas libertad y la usas, eso es algo bellísimo".
Jorge es el único guía ex preso del Memorial de Hohenschönhausen que habla español. Además, tiene un blog en el que escribe sobre sus investigaciones con documentos desclasificados de la Stasi.
También dedica su tiempo a defender las libertades en su país natal, Cuba, adonde volvió por última vez en 1996. "Volveré cuando los Castro se vayan del poder", concluye.
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