Los vaqueros de las tierras agrestes de la Patagonia lidian con el ganado más fiero del planeta.
Extracto de la edición de febrero de la revista National Geographic en Español.
Fotografías de Tomás Munita.
Esta es una historia de sangre, valor y tradición; como casi todas las de su tipo incluye caballos, hombres de increíble destreza y modestia, y claro está, personas que se juegan la vida. Si sabes cómo buscar, en un mapa topográfico verás Punta Sutherland como un dedo que apunta hacia el fiordo Última Esperanza, en el sur de la Patagonia chilena, aunque no encontrarás caminos próximos al lugar y tampoco asentamientos.
A sus 26 años, Sebastián García Iglesias, ingeniero agrícola de profesión y vaquero de corazón, posee la experiencia de un hombre criado entre grandes animales, igual que su legendario tío abuelo Arturo Iglesias, nacido en 1919 en la población de Puerto Natales.
La familia iglesias fue una de las primeras en colonizar la región al establecer un alamacén para pioneros en 1908 y fundar, poco después, la Estancia Mercedes en una propiedad acunada pintorescamente frente al mar y de espaldas a las montañas.
En 1960, Arturo adquirió la Estancia Ana María, rancho solo accesible en barco o tras una cabalgata de 10 horas para quien estuviera dispuesto a cruzar un pantano donde el caballo a menudo se hundía varias veces hasta el vientre. Y por si la Estancia Ana María no fuera lo bastante apartada, Arturo construyó un asentamiento en una zona casi inaccesible cerca de ella llamada Punta Sutherland donde, solo una vez en su historia, una casita fue ocupada por un vaquero, su esposa y sus dos hijos, pero la mujer -quizá enloquecida por el aislamiento- se fugó con un pescador y, a la larga, el ranchero y los chicos abandonaron Sutherland y arrearon el ganado de vuelta a la civilización.
Los rezagados de la manada se volvieron silvestres y se reprodujeron, y la selección natural los volvió más grandes y feroces, así que cada verano Arturo salía de la Estancia Ana María para arrearlos con sus perros de pastoreo y sus caballos más confiables.
Sin embargo, ahora la familia Iglesias ha decidido vender Ana María Sutherland a un rico ganadero, quien le dio permido a Sebastian para que arreara los baguales de sus tierras por última vez. Con esta consigna, Sebastián salió a buscar los mejores bagualeros de Puerto Natales para que lo ayudaran y, tal vez con la esperanza de que algún día pudiera volver a ?bagualear? con turistas y mantener viva la tradición, permitió que lo acompañásemos.