La erupción del Volcán Tambora, en Indonesia, provocó un periodo de enfriamiento mortífero que afectó al planeta entero.
El 10 de abril de 1815, la isla indonesia de Sumbawa se convirtió en el punto cero de la peor erupción volcánica en tiempos modernos, y en ejemplo estremecedor de una catástrofe climática diseminada: la del Volcán Tambora. Pero ya desde cinco días antes, el volcán ya había comenzado a dar muestras de violenta actividad.
El incidente Tambora fue la erupción volcánica más prolongada del último milenio. Según el Índice de Explosividad Volcánica del Estudio Geológico de Estados Unidos, Tambora recibe una calificación de 7 en una escala de 8, y es del tipo Ultra Pliniana. Eso es diez veces más potente que la erupción del Monte Pinatubo en 1991, y cien veces mayor que el estallido del Monte Santa Helena en 1981.
La explosión del Tambora produjo una columna de fuego de más de 20 kilómetros de altura y se pudo escuchar a 2.000 kilómetros de distancia. Fue muy superior a la del Krakatoa, también en Indonesia, en la isla de Java, que ocurrió 60 años después.
Una catástrofe que originó miles de muertes
Los eventos inmediatos en la isla mataron al menos a 10,000 personas, y posiblemente a más de 90,000 a resultas de la exposición a emisiones de gases candentes y tóxicos, y las rocas que rodaron montaña abajo, lo que se conoce como flujos piroclásticos. La erupción expulsó a la estratosfera cerca de 100 megatones de aerosoles de azufre, una emanación gaseosa que, eventualmente, se transformó en una bruma global.
«Impactó a la gente que estaba, literalmente, al otro lado del mundo», afirma Liz Cottrell, directora del Programa de Vulcanismo Global, en el Instituto Smithsoniano.
Al principio, la bruma mortífera del Tambora creó ocasos extraños y espectaculares que inspiraron a los artistas del mundo entero, entre ellos el célebre paisajista inglés J. M. W. Turner (bien llamado el «pintor de la luz»), que lo plasmó en algunas de sus obras.
Pero también hizo que se reflejara parte de la luz solar entrante, y eso provocó que la Tierra se enfriara medio grado centígrado, causando estragos en los climas regionales durante tres espantosos años.
Pero no fue tanto el volcán sino otras consecuencias derivadas del fenómeno lo que se cobró la vida de miles de personas. Un ejemplo de ello fue la hambruna que asoló a Indonesia cuando las cosechas se perdieron a consecuencia de los gases con azufre que expulsó Tambora al quedar eclipsada la luz del sol. Así quedó sepultado el siguiente verano en buena parte del hemisferio Norte.
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Consecuencias en todo el planeta
«Medio grado centígrado es un cambio muy grande, si consideras la cantidad de energía que se está bloqueando», dice Ben Andrews, también miembro del Programa de Vulcanismo Global. «Se crean las condiciones para muchos cambios en el clima».
En Estados Unidos, las heladas y el clima frío devastaron la temporada de cultivo en Nueva Inglaterra, donde resonó el clamor de un «año sin verano» y se inició una migración a los estados del oeste. La caída de las temperaturas rompió el ciclo monzónico en Asia, sumiendo a India en una hambruna y desatando una epidemia de cólera de una gravedad sin precedentes.
Oleadas de frío en verano y lluvias torrenciales destruyeron los arrozales de China, donde muchos sufrieron de inanición, cometieron infanticidio, e incluso recurrieron a la esclavitud infantil, como describió el poeta decimonono Li Yuyang, en aquellos días:
El viento frío sopla en sus rostros,
Los padres limpian sus lágrimas.
Pero en casa no pueden dormir
Mientras las aves gimen como ancianos en la noche
Por desgracia, la ciencia climática aún era demasiado joven y la información llegaba con excesiva lentitud para que alguien se diera cuenta de lo que estaba sucediendo: un desastre climático que, indirectamente, mataba a millones de personas.
«Considero que Tambora es el deterioro climático más reciente y más drástico para las comunidades humanas», comenta el historiador ambiental Gillen D´Arcy Wood, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. «Es un caso de estudio sobre la vulnerabilidad humana».
Según Cottrell, las vulnerabilidades volcánicas persisten en la actualidad: la erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull, en 2010, ocasionó la interrupción de los viajes aéreos en Europa, con un costo de miles de millones de dólares para la economía global.
Volcán Tambora: una amenaza persistente
Y Tambora sigue siendo una amenaza terrible para el pueblo de Indonesia: «Más de un millón de personas viven a unos 100 kilómetros de Tambora, y 100,000 viven a solo 30 kilómetros del volcán», informa Cottrell.
Es más, una de las mayores tragedias del Tambora continúa, asegura Cottrell. La exposición de los pobres y marginados al riesgo que representan los volcanes es desproporcionada y no obstante, suelen ser ignorados cuando ocurre un desastre.
«Nadie murió en la explosión del volcán de Islandia, y mi teléfono no paró de sonar», recuerda. «Sin embargo, ese mismo año, hubo una erupción en Indonesia, donde murieron más de 300 personas y más de 1,000 fueron desplazadas».
«Y mi teléfono no sonó una sola vez».
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