En Xantolo los difuntos regresan a bailar con los vivos. Pero lo hacen disfrazados, para que la muerte no se los lleve de regreso.
Xantolo es la traducción náhuatl del latín Festum Omnium Sanctorum, Fiesta de Todos los Santos. Hasta la fecha, es una de las celebraciones de origen prehispánico que se conservan y siguen practicando, específicamente en la Huasteca Potosina. Del 30 de octubre al 2 de noviembre, se cree que las almas difuntas regresan al plano terrenal a bailar y disfrutar entre flores de cempasúchil, y arcos de caña de azúcar. Eso sí, disfrazadas con máscaras, no vaya a ser que la Muerte se los lleve y nos los deje bailar.
Comienza el Xantolo
Cada comunidad festeja el Xantolo a su manera. Pero los primeros días, cada hogar se inunda del aroma a café, tamal y cempasúchil del altar. Son días de convivencia, calor familiar, y un ocasional ritual, legado de la cosmovisión teneek y nahuátl.
En algunas casas, se barre la entrada, y se salpica un camino de pétalos de cempasúchil para guiar a las almas de los niños difuntos al altar.
Bailar a escondidas de la muerte
La danza Xantolo es aquella que presenta más variaciones dependiendo de la región. Sin embargo, todas ocupan instrumentos de viento para acompasar las canciones que invocan a los muertos. Realmente, esta expresión cultural fusiona lo indígena con lo africano, europeo y mestizo.
En Hidalgo, se acostumbra el baile de los comanches en el que tres bailarines representan la vida y la muerte.
En otros pueblos, se utiliza la figura de un diablo, que abre con un látigo el portal entre los vivos y muertos. De un latigazo, el diablo regresa a los huehues, ancestros difuntos, y les permite ocupar el cuerpo de los vivos.
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Las máscaras son más que un simple disfraz
Las máscaras en Xantolo no son aleatorias, y simbolizan el portal entre los vivos y los muertos. Por un lado, la figura de diablo representa nuestra eterna lucha contra la tentación, mientras que la mujer embarazada simboliza el ciclo de vida que se renueva una y otra vez. O bien, el vaquero, que guía a las almas en falta a lo largo de la celebración.
Cada máscara puede llegar a pesar entre 800 y 900 gramos, si son de madera o piel, y se tardan alrededor de 20 días en ser elaboradas. El proceso se deja en manos de los artesanos, quienes ven su mayor fortaleza en las máscaras de diablo, que se elaboran con cuernos de res y cuero de vaca.
Estas son las máscaras que, a través de un ritual, serán retiradas para revelar la identidad de aquellos cuyos cuerpos fueron ocupados por una noche. Y así, con las mejillas encendidas del baile y del camino al panteón, concluye la fiesta de los espíritus. A ver qué cuerpo ocuparán los difuntos el siguiente año.
Este texto fue escrito por Aura Moreno Rosales, periodista de profesión y lectora suspirante. Le gusta trotar por el mundo, sobre todo si es a través de las palabras. Colabora como redactora en National Geographic en Español.
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