Para los aracnólogos ha resultado enredado entender cómo las tarántulas sortean superficies muy inclinadas o resbalosas.
Unos dicen que las tarántulas escaladoras, muy pesadas y frágiles para valerse de los pegajosos pelos de sus patas como otras arañas, liberan seda de sus patas cuando lo requieren. Otros insisten que esta proviene solo de las hileras abdominales y que las patas la distribuyen cuando la tarántula está en posición vertical.
Pero llegó Claire Rind, bióloga de la Universidad de Newcastle. Junto con sus colegas, este año estudió varias especies, incluida la chilena rosada (arriba), que colocó en un contenedor de vidrio cubierto de portaobjetos para microscopio. Cuando se inclinaba o movía el contenedor, la araña se resbalaba pero no perdía el equilibrio.
Un video confirmó que solo sus patas habían tocado los portaobjetos, que tenían huellas de seda. El estudio final fue un análisis exhaustivo de exoesqueletos desechados por estos arácnidos: sus patas tenían restos de seda y algo similar a boquillas entre los filamentos o pelos.
Aunque algunos expertos permanecen escépticos sobre los secretores de seda en las patas, Rind seguirá investigando. El siguiente misterio a desentrañar: si existen estas boquillas en las tarántulas más pequeñas o juveniles, o incluso en otras especies de arañas.