Casi nada se le escapa a una foca. Esto se debe a que sus bigotes, o vibrisas, detectan con mucho detalle información sobre su entorno.
El pelo del hocico de una foca contiene unas 10 veces más terminales nerviosas que los sensibles bigotes de una rata. Según el biólogo sensorial Wolf Hanke, de la Universidad de Rostock, las vibrisas de la foca se han adaptado a lo largo de más de 25 millones de años para captar cambios minúsculos en el movimiento del agua.
Hanke y sus colegas estudiaron este fenómeno en Henry, una foca entrenada (arriba). Con los ojos vendados y audífonos, Henry ha demostrado que puede detectar trazas de un objeto en aguas tranquilas hasta 30 segundos después de que ha pasado.
Y las últimas pruebas revelan que también puede distinguir formas y tamaños, usando solo sus bigotes. Otras especies probablemente compartan este talento, que, según Hanke, ayuda a la foca a atrapar peces rápidos. Incluso les permite «ver» a las presas más gordas en aguas turbias, para que la persecución valga más la pena.
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