A las cabras les gusta comer hiedra venenosa. Y artemisa, kudzu y lechetrezna frondosa.
Por eso son las estrellas del pastoreo dirigido. El uso de rumiantes para acabar con las plantas indeseables, incluso las invasivas, y los pastos que alimentan incendios forestales, es una práctica popular en Estados Unidos, Canadá y Australia. El servicio de renta de rebaños surgió hace cerca de una década, según John Walker, profesor de ecosistemas de Texas A&M.
Se utilizan tanto ovejas como cabras, pero estas ganan puntos extras por sus apetitos eclécticos, por comer plantas altas parándose sobre sus patas traseras y por su paso seguro en pendientes pronunciadas. Entre sus clientes hay parques, ranchos y jardines articulares. Pastores o perros vigilan el rebaño para evitar el ataque de un depredador. Un rebaño de 100 cuesta unos 200 dólares al día.
Sin embargo, no se les puede ordenar qué comer. Las cabras «tienen su propia lista», dice An Peischel de Goats Unlimited de Wyoming. Primero se comen su planta favorita y después regresan por su segunda opción.