El pastor Namdag ha vivido toda su vida en una tienda de campaña de fieltro -o ger- entre media docena de carros en mal estado en un tiradero de chatarra al pie de las enormes montañas.
Los pastores se ven obligados a abandonar su estilo de vida nómada
El pastor Namdag ha vivido toda su vida en una tienda de campaña de fieltro -o ger- entre media docena de carros en mal estado en un tiradero de chatarra al pie de las enormes montañas nevadas que rodean la capital mongola de Ulaanbaatar (Ulán Bator). «Extraño mi vida anterior -dijo el hombre de 71 años, quien ahora se encuentra en un mundo alejado de la estepa que un día fue su hogar- pero la vida ahí es demasiado difícil».
Namdag, quien como muchos mongoles utiliza solamente un nombre, es uno de los miles de hombres que en los últimos años ha abandonado la vida nómada de pastor para vivir en la ciudad. Los antiguos pastores se amontonan en asentamientos, que crecen de forma descontrolada, en las orillas de Ulaanbaatar, cuya población se ha duplicado en las últimas dos décadas.
Mientras que existen muchas razones para migrar, los observadores dicen que, cada vez más, el cambio climático es una fuerza propulsora que lleva a los mongoles hacia las ciudades. Atrapado entre Siberia (Rusia) y China, y sin salida al mar, Mongolia sufre el impacto del calentamiento global más que ninguna otra región en el mundo.
En los últimos años, la temperatura promedio ha aumentado 1. 9 grados Celsius. En contraste, la temperatura promedio del mundo ha ascendido sólo aproximadamente 0. 6 grados Celsius en el último siglo. Las altas temperaturas están secando los pastizales de Mongolia, los cuales proveen alimentos para el ganado del país.
«El estilo de vida de los pastores de Mongolia se ve amenazado por el calentamiento global», dijo Azzaya, directora del Instituto de Meteorología e Hidrología en Ulaanbaatar.
Humedad del suelo
Con veranos calurosos e inviernos helados, Mongolia tiene uno de los climas más extremos de la Tierra. También figura entre las naciones con menos densidad de población. En las vastas estepas que se extienden a lo largo del norte de Mongolia, kilómetros separan a los gers individuales unos de otros, los cuales son trasladados por los habitantes nómadas al menos cuatro veces al año, conforme a las estaciones.
Montados a caballo y vistiendo largas túnicas conocidas como «deels«, los hombres pastorean el ganado -algunas veces hasta a más de mil animales de forma simultánea- a través de las llanuras rocosas, tal y como sus ancestros lo hicieron durante siglos.
«Los mongoles dependen del ganado, el cual a su vez depende del medio ambiente», dijo Clyde Goulden, director del Instituto de la Biodiversidad de Mongolia y de Estudios Ecológicos de la Academia de Ciencias Naturales en Filadelfia, Pensilvania.
Goulden, quien ha estudiado los cambios climáticos que ocurren en las zonas montañosas que rodean el lago Hövsgöl Nuur, en el norte de Mongolia, confirmó un aumento por encima de la temperatura promedio y agregó que, al parecer, el calentamiento se ha acelerado en los últimos diez años.
En una región en la que los inviernos pueden ser muy largos y extremos, el clima templado podría beneficiar a los pastores de Mongolia. Pero temperaturas más cálidas impiden el crecimiento de la vegetación con la que se alimentan los animales. «El problema más grande es que el calentamiento provoca una creciente pérdida de la humedad del suelo, la cual es crítica para el crecimiento de las plantas», dijo Goulden.
La cantidad promedio de precipitación se ha mantenido estable. Pero las lluvias tienden a ser cada vez menos frecuentes y más intensas. «Cuando se tienen fuertes lluvias, se obtienen mayores evaporaciones, con menos humedad absorbida por el suelo para el crecimiento estival» comentó Goulden. Se estima que de 15 a 20 % de la humedad del suelo se pierde debido al cambio climático de Mongolia.
Feroces tormentas
Los inviernos han sufrido el calentamiento más severo, con temperaturas más calidas que, en última instancia, traen como resultado un hielo que puede ser más destructivo. «Reciben una cantidad moderada de nieve, pero en un día cálido la nieve se derrite, luego viene un día frío que la congela de nuevo. El hielo aumenta cinco centímetros e impide que el ganado se alimente. Si esto ocurre durante uno o dos meses, los animales mueren de hambre», dijo Goulden.
El cambio climático también provoca que los patrones climáticos sean menos predecibles, lo cual podría tener un efecto en un fenómeno climático de Mongolia conocido como «dzud«: feroz tormenta de hielo que a veces llega a paralizar al país. Namdag, quien alguna vez fue dueño de más de cien caballos, ovejas, vacas y camellos, perdió 90 % de sus animales en una devastadora tormenta de hielo, o «dzud«, en 1999.
«Sólo los camellos sobrevivieron», dijo. Durante 2002 hubo 81 días de clima extremo en Mongolia, incluyendo tormentas de polvo, de acuerdo con Azzaya. «En general, las temperaturas durante el verano no están cambiando, pero se observa un incremento en los días calurosos -9 o 10 días continuos con temperaturas que superan los 40 grados Celsius- lo cual no se había visto antes» comentó.
La mayoría de los pastores son fácilmente víctimas del severo incremento del clima, lo cual pone a prueba incluso a los más expertos como Namdag. Durante el mandato comunista de Mongolia, que duró hasta 1990, el gobierno limitó la cantidad de ganado a aproximadamente 15 millones.
Cuando Mongolia cambió a una economía de mercado, y aquellas limitaciones impuestas por el estado fueron abolidas, muchos mongoles con poca o nula experiencia adquirieron animales para introducirse en el negocio ganadero. «Hace unos años, mucha gente que perdió ganado durante las tormentas de hielo se estrenaba en el negocio y no sabía cómo preparase ante un clima tan extremo -dijo Goulden-. Cuando el desastre azotó, fueron obligados a desplazarse hacia la ciudad».
Mantener la tradición
El día de hoy existen 3. 3 millones de cabezas de ganado en Mongolia, diez veces más que el número de personas. Pero muchos jóvenes en Mongolia muestran poco interés hacia el estilo de vida de un ganadero. En las afueras de la capital provincial de Mörön, el joven Mendbayr, de 18 años, vigila a más de mil ovejas montado en su caballo.
Su familia ha sido ganadera por generaciones, pero Mendbayr tiene otros planes para el futuro. «Voy a ir a la universidad -explica-. Quiero convertirme en ingeniero mecánico igual que mis hermanos mayores». Otros están determinados a sobrellevar las dificultades de la vida de ganadero.
En un paseo en Jeep hacia Mörön, Baasanjav, de 60 años, se prepara para desmantelar la tienda de campaña familiar con el fin de realizar un viaje de inverno en las montañas, la cual protege del mordaz viento que sopla a través de las llanuras.
«No estoy renunciando a esta vida -dijo- me hace feliz estar aquí afuera». Uno de sus dos hijos, Purevsuren, de 27 años, acordó trabajar como ganadero. Baasanjav miraba a su hijo apilar sacos de coles en una carreta para el viaje hacia el norte. «Es importante que nuestros hijos continúen con la tradición», dijo.
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