No se lo digan a las abejas, pero no sirven para volar. Al menos eso concluyó un matemático francés en 1934, según cuenta una historia.
No se lo digan a las abejas, pero no sirven para volar. Al menos eso concluyó un matemático francés en 1934, según cuenta una historia. C´est faux, por supuesto: las abejas vuelan muy bien; los primeros investigadores simplemente no tenían modo de medir los complejos movimientos de las alas de estos insectos.
El biólogo Michael Dickinson del Instituto Tecnológico de California y sus colegas reportan que si bien las abejas de miel no la tienen fácil "el tamaño pequeño de sus alas, en relación con las dimensiones de su cuerpo, significa que tienen que realizar más trabajo para volar que otros insectos", su método no ortodoxo de batir las alas les permite suspenderse en el aire, luchar contra el viento, evadir a los depredadores y alzar el vuelo incluso si van cargadas con néctar o polen.
Los estudios muestran que muchos insectos mueven sus alas en largas aleteadas de barrido (de 145 a 165 grados) unas 200 veces por segundo. Pero las abejas baten sus alas en arcos breves (de alrededor de 90 grados), de modo que tienen que compensar con velocidad. ¿Cuánta? Hasta 240 batidas por segundo, casi lo doble de lo que se esperaría, considerando su tamaño.