La nieve caía silenciosa sobre el jardín en miniatura.
En honor a un occidental que preservó los cuentos folclóricos de Japón
Matsue, Japón. La nieve caía silenciosa sobre el jardín en miniatura. Adentro, Bon Koizumi se hallaba sentado en el mismo tatami donde, hace más de un siglo, su bisabuelo anotara algunos de los cuentos populares más queridos de Japón. Era la perfecta imagen de la serenidad japonesa, excepto por la fotografía en colores sepia de su antepasado, cuyo abundante bigote y nariz aguileña acentuaban los rasgos de un rostro inconfundiblemente occidental.
El bisabuelo de Koizumi fue Lafcadio Hearn, escritor grecoirlandés que finalmente se estableció en Japón después de una carrera como reportero de escándalos en Estados Unidos. Hearn residió sólo 15 meses en Matsue, pero esta apartada ciudad amurallada aún lo reclama como su hijo predilecto, recordándolo en estatuas, nombres de calles, marcas de cerveza y sake, e incluso un café instantáneo.
Las descripciones de Hearn de esa ciudad medieval, con sus antiguos cuentos de dioses y fantasmas, puso a Matsue en el mapa mundial durante la década de 1890, e incluso hoy es un destino turístico muy popular gracias a la perdurable fascinación japonesa con Hearn, quien contrajo matrimonio con la hija de un samurai, adquirió la ciudadanía nipona y murió en Tokio en 1904.
Muchos países tienen observadores extranjeros que han sido bien acogidos debido a que arrojan luz sobre la cultura local de una manera singular y ajena a los autores nativos. Estados Unidos tuvo a Alexis de Tocqueville, aristócrata francés cuyas descripciones de la incipiente democracia estadunidense, a principios del siglo XIX, todavía resuenan en la actualidad.
Para muchos japoneses, el atractivo de Hearn estriba en que les permitió atisbar el Japón antiguo y místico que se perdiera con el frenético esfuerzo nacional hacia la industrialización y la construcción de una nación al estilo occidental. Sus libros son atesorados como una mina de leyendas y cuentos folclóricos que de otra forma se habrían perdido, ya que ningún japonés se tomó la molestia de llevar un registro.
«En una época en que Japón se obsesionaba con alcanzar riquezas materiales, fue necesario que un extranjero hiciera la advertencia de que perdían algo más», comenta Koizumi, de 45 años, profesor universitario y asesor del Museo Hearn de Matsue. «Lafcadio Hearn es el vehículo para que Japón vuelva a tener contacto con su alma.»
El pequeño museo (tres habitaciones con viejos libros, fotografías y manuscritos) y el antiguo hogar de Hearn, donde estaba sentado Koizumi, se cuentan entre los cerca de 10 lugares que el autor cita en sus libros. Los demás incluyen templos budistas y un altar con estatuas de zorros hechas de piedra.
Takeshi Hatano (44 años), consultor de Tokio que hizo escala en Matsue durante un viaje de negocios a una ciudad cercana, afirma que sólo un extranjero pudo tener la visión necesaria para preservar unos cuentos folclóricos que, hace un siglo, los japoneses desdeñaban como supersticiones.
«Crecimos leyendo los cuentos de fantasmas de Yakumo Koizumi -dice Hatano, utilizando el nombre japonés de Hearn-. Amaba Matsue y Japón, y nos enseñó a amarlos también.» Matsue aparece con tanta frecuencia en la obra de Hearn que la mayoría de los japoneses relaciona naturalmente al autor con la ciudad, aun cuando acortó su estancia allí a causa del crudo invierno.
Durante sus 14 años en Japón, pasó la mayor parte del tiempo en Kumamoto -otra ciudad provincial- y Tokio, hasta su muerte a la edad de 54 años. La relación de Hearn con Matsue llevó al gobierno nacional a proclamar la entidad como una de las tres principales ciudades de turismo internacional, junto con las antiguas capitales de Kyoto y Nara.
Los funcionarios de Matsue señalan que, el año pasado, los sitios relacionados con Hearn atrajeron a un total de 8.1 millones de visitantes, en su mayoría japoneses, a esta ciudad de 150 mil habitantes asentada junto a un lago próximo al agitado Mar de Japón. Matsue también promueve la herencia de Hearn con festivales de cocina irlandesa, clases de gaélico y, este año, su primer desfile del día de San Patricio.
Los 300 miembros de la Sociedad Hearn de Matsue organizan conferencias para estudiosos y, además, la ciudad celebra un concurso nacional de oratoria para estudiantes de bachillerato, quienes leen en inglés los cuentos de Hearn. El alcalde Masataka Matsuura afirma que la historia de Hearn da a su comunidad un atractivo único en una época en que los centros comerciales y las cadenas departamentales hacen que las ciudades japonesas se parezcan mucho entre sí.
«Los turistas vienen en busca de la esencia original de Japón, que Hearn halló aquí», comenta. Nacido en Grecia, de padre irlandés y madre griega, Hearn ganó reputación escribiendo reportajes sobre macabros homicidios y exóticas leyendas locales para diarios de Cincinnati y Nueva Orleans.
En Cincinnati se casó con Alethea Foley, mujer afroestadunidense, pero la desaprobación social provocó la disolución del matrimonio, después de lo cual Hearn se mudó a Nueva Orleans. En Japón encontró una sociedad casi utópica, donde no había criminalidad, una «tierra de fantasía» poblada por «la gente más adorable del universo», escribió, y buscó los orígenes de «la extrañeza y el encanto» de Japón en la veneración de los antepasados que dictaba la religión nativa, el sintoísmo.
Pero fue Matsue, dominada por su «lóbrego castillo, de grotescos picos», según su descripción, la que se convirtió en la ambientación perfecta para sus famosas versiones de los cuentos japoneses de fantasmas. Generaciones de nipones han experimentado terror con sus imágenes de la encantada Matsue, señala Morio Nishikawa, profesor de la Universidad Kumamoto.
En uno de los populares cuentos, un fantasma oculto bajo un puente de Matsue entrega a un pretencioso samurai una caja que contiene la cabeza cercenada de su hijo. En otro, una madre regresa de la muerte para alimentar a su bebé en un cementerio de Matsue. Los estudiosos afirman que Hearn aprendió las leyendas locales de su esposa, Setsu, nacida en Matsue, y las transcribió en inglés.
Con el tiempo, fueron traducidas al japonés. Bon Koizumi se ha convertido en el guardián del recuerdo de su bisabuelo. Además de dirigir el museo, realiza recorridos guiados por los sitios relacionados con Hearn y se encarga de un campamento infantil de verano para compartir la historia del autor.
De niño, su única relación con Hearn fueron las historias folclóricas irlandesas que le contaba su padre a la hora de dormir; sin embargo, Koizumi comenzó a buscar la manera de promover a Hearn hace unos 20 años, temeroso de que los jóvenes japoneses se olvidaran de su bisabuelo y de las tradiciones de Japón.
«Los niños de hoy están perdiendo contacto con el mundo debido a su ambiente virtual de videojuegos», lamenta. Natsuko Omura, estudiante de la secundaria Matsue Norte, dijo que los temores de Koizumi estaban justificados. Señala que, aunque ella y sus amigas sabían de la existencia de Hearn, no hablaban del autor ni leían sus libros. «No entiendo a Hearn -confiesa la joven de 16 años, quien ganó el concurso nacional de oratoria el año pasado-. Es un poco extraño.» (Fuente: Way to Go, The New York Times)
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