Sondeos en miniatura de la biodiversidad.
Cuando hincas una pala en la tierra o arrancas un trozo de coral estás, como si fueras Dios, cortando un mundo entero. Has cruzado una frontera oculta, conocida por muy pocos. Al alcance de la mano, a nuestro alrededor y bajo nuestros pies, se encuentra la parte menos explorada de la superficie del planeta. También es el lugar más importante en la Tierra para la existencia del ser humano.
En cualquier hábitat, lo primero que se nota son los grandes animales: aves, mamíferos, peces, mariposas. Sin embargo, poco a poco los más pequeños, mucho más numerosos, comienzan a eclipsarlos. Ahí están las miríadas de insectos, los gusanos y otras criaturas aún desconocidas que se retuercen o tratan de ocultarse cuando se remueve la tierra de un jardín para plantar. Ahí están las hormigas que andan de aquí para allá cuando se abre accidentalmente su nido, y las larvas de escarabajo expuestas en las raíces amarillentas de las hierbas. Cuando se voltea una piedra, hay todavía más: pequeños insectos que parecen arañas, y diversos tipos de criaturas no identificadas escabulléndose entre el micelio de los hongos. Escarabajos diminutos se esconden de la luz súbita y las cochinillas adoptan una forma esférica como mecanismo de defensa. Ciempiés y milpiés, pequeños acorazados, se meten en las grietas y agujeros de gusanos más cercanos.
Quizá parezca que este conjunto de repugnantes criaturas, y los reinos en miniatura que habitan, no tienen relación alguna con la vida de los seres humanos. Pero los científicos han encontrado que sucede exactamente lo contrario. Junto con las bacterias y otros microorganismos que no podemos ver, que nadan y residen alrededor de los granos de minerales de la tierra, los habitantes de esta última son el corazón de la vida en nuestro planeta.El terreno donde viven no es sólo una matriz de tierra y escombros. Todo el hábitat del suelo está vivo. Las formas de vida aprovechan casi todas las sustancias entre los granos inertes.
Si todos los organismos desaparecieran de cualquiera de los espacios cúbicos representados en estas páginas, el hábitat en esos espacios pronto cambiaría de manera drástica. Las moléculas de la tierra o del lecho de la corriente se harían más pequeñas y simples. Cambiarían las proporciones de oxígeno, bióxido de carbono y otros gases en el aire. Se llegaría a un nuevo equilibrio físico, en el que el pie cúbico se parecería al de algún distante mundo estéril.La mayoría de los organismos de la biosfera, y el gran número de sus especies, se puede encontrar en la superficie o justo bajo ella. A través de sus órganos pasan los ciclos de las reacciones químicas de las cuales depende toda la vida. Con una precisión inimaginable, algunas de las especies desintegran la materia vegetal y animal muerta que cae; estas especies constituyen el alimento de depredadores y parásitos especializados y, a su vez, estos últimos son el alimento de organismos especialistas de un nivel superior. El conjunto, trabajando de la mano en una rotación constante de nacimiento y muerte, regresa a las plantas los nutrientes necesarios para continuar la fotosíntesis. Sin el buen funcionamiento de todos estos vínculos, la biosfera dejaría de existir.
Así, necesitamos toda esta biomasa y biodiversidad, incluyendo todos los bichos. No obstante, pese a su papel vital, la existencia a nivel del suelo aún es relativamente desconocida, incluso para los científicos. Por ejemplo, se han encontrado y estudiado cerca de 60,000 especies de hongos, entre ellos setas, roya y mohos, pero los especialistas estiman que realmente existen más de 1.5 millones de especies. Junto con ellos, en la tierra crecen y se desarrollan algunos de los animales más abundantes en el mundo: los nemátodos, también conocidos como gusanos redondos. Estos incluyen, entre otras formas, los apenas visibles que se pueden encontrar en todas partes justo debajo de la superficie. Se conocen decenas de miles de especies de estos y el número real podría ascender a millones. A su vez, tanto hongos como nemátodos son superados, por mucho, por organismos aún más pequeños. En una pizca de tierra de jardín, de cerca de un gramo de peso, viven millones de bacterias que representan varios miles de especies. Casi todas desconocidas para la ciencia.
Las hormigas, con más de 12?000 especies descritas, figuran entre los insectos mejor estudiados. Sin embargo, una estimación fundamentada sugiere que el número real es dos o incluso tres veces mayor. En 2003 terminé un estudio de las «hormigas cabezonas» del hemisferio occidental, género (Pheidole) que tiene el mayor número de especies conocidas y que se encuentra entre los más abundantes de todas las hormigas. Al final de mi estudio, tras 18 años de esfuerzo esporádico, había distinguido 624 especies. La mayoría, 337, eran nuevas para la ciencia. Sólo una docena o más de las especies se han estudiado de cerca. Descubrí que una de las más pequeñas se alimenta de ácaros oribátidos, criaturas de tamaño por lo general mucho menor que el de la letra «o» en esta página y cuyo aspecto hace pensar en un cruce entre una araña y una tortuga. Los oribátidos figuran entre las criaturas más abundantes de su tamaño en la tierra; un pie cúbico puede contener miles. Sin embargo, encontré que su diversidad y sus hábitos son en gran parte desconocidos, mucho más que en el caso de las hormigas.
La vida en el suelo no es sólo una mezcla de especies al azar; no es un entremezclado de hongos, bacterias, lombrices, hormigas y todo lo demás. Las especies de cada grupo están estrictamente estratificadas según la profundidad. Al pasar de la superficie hacia abajo, las condiciones del microambiente se modifican de manera gradual pero drástica. Centímetro a centímetro hay cambios en la luz y la temperatura, el espacio entre las partículas de materia, la composición química del aire, tierra o agua, el tipo de alimento disponible y las especies de organismos. La combinación de estas propiedades, hasta el nivel microscópico, define el ecosistema de la superficie. Cada especie está especializada para sobrevivir y reproducirse mejor en su propio nicho.Los estudios de suelo, sobre todo de sus características biológicas, se multiplican con rapidez y engendran una rama importante de la ciencia. Ahora las bacterias y otras formas de vida microscópicas pueden identificarse con rapidez al decodificar su ADN. El ciclo de vida de un número creciente de insectos y otros invertebrados, muchos desconocidos para la ciencia, se estudia en campo y laboratorio. Sus necesidades físicas y nutricionales se esclarecen. La enciclopedia de la vida, disponible en una sola dirección (eol.org), reúne toda la información conocida sobre cada especie y la pone a disposición del mundo gratuitamente.
Un diminuto universo espera ser explorado. A medida que la flora y fauna de la superficie se examinan más de cerca, los mecanismos engranados de la vida surgen con un detalle cada vez mayor y más sorprendente. Con el tiempo llegaremos a apreciar plenamente los minúsculos pero maravillosos ecosistemas de cuyo cuidado debemos asumir la responsabilidad.
Este reportaje corresponde a la edición de Febrero 2010 de National Gepgraphic.
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