La mayoría de nosotros pensamos que los celtas se extinguieron hace muchísimos siglos. Sin embargo, es posible encontrar un celta en pleno siglo XXI
La mayoría de nosotros pensamos que los celtas se extinguieron hace muchísimos siglos. Sin embargo, es posible encontrar un celta en pleno siglo XXI, siempre y cuando uno tenga dinero para viajar a Europa y comprar un boleto de ferry. También se requiere de un fino oído y un par de buenas botas.
Una vez en el viejo continente, hay que dirigirse tan al oeste como se pueda y estar dispuesto a recorrer acantilados y explorar todo escollo posible disponible en esa franja del Océano Atlántico. Tendremos que movernos entre Francia, Inglaterra, Irlanda, o incluso llegar hasta las islas más remotas de Escocia.
Lo más probable es que nos topemos con un escenario muy rocoso. Casi con seguridad nuestro recorrido estará acompañado de lluvias constantes. Si queremos ahorrarnos un poco de tiempo, podemos empezar nuestra búsqueda en un pequeño hostal como el Cross Inn, en la isla de Lewis, ubicada en las islas Hébridas de Escocia.
Con mucha suerte escucharemos el sonido de una gaita o de algún violín. Con muchísima suerte, nos toparemos con el rítmico y gutural sonido de la lengua celta. Sí, en pleno siglo XXI. En efecto, la lengua materna de los asiduos de esta posada es el gaélico escocés.
Los parroquianos se desenvuelven con naturalidad en este dialecto que para mí, hablante del inglés de Estados Unidos, resulta de lo más arcano, a pesar de mis raíces irlandesas. Hay mucho de subversivo en la idea de escuchar una antigua lengua celta en plena tierra de Shakespeare.
Pero aun los ingleses tendrían muchos problemas para desenvolverse en esta posada. Ni la Reina ni el Primer Ministro entenderían nada de lo que se dice aquí: esta posada es una especie de sociedad secreta de la lengua. Pero cuando los clientes se percatan de mi presencia, dejan de hablar gaélico y cambian rápidamente al inglés.
«Es muy descortés hablar gaélico en presencia de extranjeros, por lo menos eso fue lo que nos enseñaron de niños», comenta Norman Campbell, un poeta y novelista que escribe y publica justamente en gaélico escocés. Después de invitarles a todos una ronda de copas, el hielo se rompe y mis compañeros de juerga empiezan a contarme cómo, en la escuela, los maestros les pegaban con el cinturón si los oían hablar su lengua materna.
Sin embargo, ahora es diferente: el gobierno incluso promueve el uso del gaélico. ¿Cómo se las arregló para sobrevivir una cultura tan marginada como la celta, y hasta florecer, en nuestro mundo que todo globaliza sin piedad? Si nos adentramos en la historia de este pueblo, podremos entender un poco lo que sucedió.
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