Grupos de activistas afirman que la agitación civil y la guerra de cocaína están desplazando a una de las últimas culturas de cazadores-recolectores de Colombia.
La tribu nukak maki sufre las consecuencias de los enfrentamientos.
Grupos de activistas afirman que la agitación civil y la guerra de cocaína están desplazando a una de las últimas culturas de cazadores-recolectores de Colombia. Durante miles de años, los nukak maki llevaron una vida nómada en una angosta franja territorial al sur del río Guaviare, en los bosques tropicales del sur de Colombia.
Algunos miembros de la tribu todavía cazan con cerbatanas, pescan con arcos y flechas y recogen bayas. Pero las tierras amazónicas que han dado sustento a la tribu empiezan a convertirse en un frente de la guerra de las drogas, y los conflictos de la tribu incluso han provocado que uno de sus jefes se suicidara.
Los enfrentamientos entre cultivadores de coca, paramilitares de derecha, guerrilleros de izquierda y tropas antidrogas colombianas -?apuntaladas con militares estadunidenses- son cada vez más frecuentes en el territorio de la tribu. Los cerca de 500 miembros que aún conforman la etnia nukak (que tuvieron su primer contacto con la sociedad moderna apenas en 1988) se encuentran atrapados en el fuego cruzado.
«Los grupos guerrilleros dicen que los nukak son colaboradores del gobierno, y las tropas gubernamentales creen que colaboran con la guerrilla», dijo Luis Evelis Andrade, de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), grupo activista bogotano que trabaja con la tribu. «Esto ha provocado asesinatos, amenazas, secuestros y bloqueos de alimento y medicinas, todo lo cual ha destruido casi por completo a los nukak».
Piden protección
En marzo pasado, la situación se volvió tan terrible que unos 120 nukak salieron del bosque semidesnudos y conmocionaron a la comunidad selvática de San José del Guaviare. Un líder tribal llamado Mao-be les pidió protección a funcionarios colombianos, así como promesas de que acabarían los conflictos armados en sus territorios y algún dinero para volver a sus hogares.
Aunque Colombia es famosa por su progresista postura legal hacia los derechos de los indígenas, Andrade, de la ONIC, afirma que el gobierno les respondió a los nukak que no podía garantizar su seguridad. El 11 de agosto, funcionarios colombianos reubicaron a los nukak en un área protegida de Puerto Ospina.
Pero David Hill, del grupo londinense para la defensa de la cultura indígena, Survival International, reveló que la reubicación fue «contraproducente» y que los nukak emigraron nuevamente a San José del Guaviare. Entre otros problemas, «el nuevo territorio era muy reducido, persistía la amenaza del conflicto y los ríos locales carecían de peces», declaró Hill, quien hace poco visitó a los nukak.
Lina María Arsitizábal Arias, portavoz de la agencia gubernamental Acción Social, que ha enviado ayuda a la tribu, dijo que «el gobierno ha hecho mucho para ayudarlos». Según Arsitizábal, Acción Social colaboró con funcionarios militares y de salud para coordinar una importante cantidad de ayuda obtenida de diversas instituciones e individuos.
Con este fin, los funcionarios establecieron una pequeña granja para los nunak y después ayudaron a regresar a la selva a quienes así lo solicitaron. «En principio, cerca de 200 nukak fueron transportados a Puerto Ospina donde iniciaron el viaje de regreso al bosque», explicó Arsitizábal en un correo electrónico.
@@x@@Los nukak, a quienes describe como «la última tribu nómada de Colombia», recibieron complementos nutricionales, desayunos escolares y equipos de pesca para regresar a casa. Pero la guerrilla les impidió el paso, agregó Arsitizábal, y en estos momentos diversas instancias oficiales exploran cuatro rutas alternativas para volver a la selva.
Entre tanto, agregó, los 160 nukak que todavía viven fuera de su hogar selvático reciben atención y apoyo de instituciones gubernamentales. Survival International ha pedido al gobierno colombiano que interrumpa las hostilidades en el territorio nukak.
«Si todos los bandos no acceden a suspender sus operaciones en el área e impiden que los equipos médicos trabajen allí, las consecuencias serán catastróficas para los nukak», aseguró el grupo de defensa en su declaración a los medios.
«Leña al fuego»
Muchos críticos culpan de la situación al Plan Colombia, programa de ayuda estadounidense que proporciona fondos a los esfuerzos colombianos para la erradicación de coca. El programa ha sido objeto de intensas críticas debido a la aspersión aérea del plaguicida glifosato que, según los activistas, también acaba con los cultivos legales y causa problemas de salud a los residentes de las comunidades selváticas.
Wade Davis, explorador residente de la National Geographic Society, hace eco a los grupos ambientalistas y a favor de los derechos humanos al afirmar que el Plan Colombia ha sido un rotundo fracaso. Los subsidios militares estadounidenses para combatir la coca en Colombia han sido «como leña al fuego» en un prolongado conflicto civil que, de lo contrario, «se habría apagado por sí solo debido, simplemente, al agotamiento nacional», apuntó Davis.
El programa no sólo ha fracaso en disminuir la producción de coca, sino que además ha fortalecido al ejército colombiano y «racionalizado la perpetuación de la guerra -afirmó-. Nada ha conseguido, más que la estupidez de destruir el ambiente con herbicidas».
La Oficina sobre la Política Nacional para el Control de Drogas del gobierno estadounidense sostiene que la extensión de cultivos de coca en Colombia se ha reducido de manera significativa entre 2001 -año en que comenzó el programa- y 2005. Sin embargo, además de la guerra contra las drogas, los nukak encaran otras amenazas debido a la globalización de la región.
En años recientes, los elevados precios del mercado de valores han precipitado un boom petrolero y de gas natural en las laderas orientales de los Andes y las llanuras amazónicas adyacentes de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. «Cada vez que los nukak han enfrentado a las multinacionales, los resultados han sido nuevas amenazas, expulsiones y desapariciones -sostiene Andrade-. Carecen de vacunas, comida adecuada y seguridad».
Hill, de Survival International, declaró que muchos activistas sospechan «que la aparente incapacidad o renuencia del gobierno para reubicar el territorio nukak se debe a que la región cuenta con reservas de petróleo».
Profundo aislamiento
En vez de establecerse en aldeas ribereñas, los nukak tienen particular preferencia por la vida nómada en las entrañas de los bosques amazónicos. Por consiguiente, su alejamiento del estilo de vida contemporáneo es enorme. Al preguntarle por su futuro, Mao-be (el único miembro que hablaba algo de español) no mostró tener un concepto muy claro del mundo, según un reportaje publicado por The New York Times en marzo pasado.
Algunos nukak preguntaron si los aviones que sobrevolaban la selva viajaban por caminos invisibles. No obstante, parecen muy alerta a los problemas que causan los extranjeros. «Ya son pocos, casi no quedan nukak -dijo Survival International, citando a un miembro de la tribu-. Los extranjeros son muchos y tienen casas grandes. No les importa acabar con los nukak».
Para algunos nukak, esta actitud ha provocado un estado de abatimiento insuperable: en octubre pasado, Mao-be se suicidó al ingerir veneno. «Tal vez se sentía responsable de llevar a su pueblo de regreso a casa -comentó Andrade-. Quizá creía que había fracasado».