La recuperación de uno de los más importantes ejemplos de arte y arquitectura islámica.
Tras más de un milenio aletargada, la vida regresa a las salas del Qusair Mshatta. Jordania acaba de recuperar su palacio de invierno en el desierto junto a la capital, Ammán.
El complejo es uno de los mayores espacios palaciegos del periodo islámico temprano. Se cree que el califa omeya Walid Ibn Jasi mandó construirlo en el año 743 como un lugar de recreo para olvidar las presiones políticas y las intrigas de Damasco, la entonces capital del califato.
El Qusair Mshatta era una joya entre los numerosos palacios del desierto que mandaron construir las primeras dinastías islámicas en el este de Jordania. Pero la inestabilidad política no permitió culminar la totalidad de las obras y en el siglo VIII un terremoto destruyó la mitad del complejo.
En los años que siguieron, el palacio se fue convirtiendo en ruina. Hasta que en 1903, el sultán otomano Abdul Hamid II mostró al entonces káiser alemán Guillermo II la fachada sur con su exquisita decoración vegetal y se la regaló para que la preservara en sus museos de Berlín. Hoy en día, puede verse en la sección de arte islámico del Museo Pérgamo.
Más de un siglo después, es Alemania la que ahora devuelve a la región una parte de su patrimonio cultural: con un proyecto de 1,300 millones de euros (más de 1,700 millones de dólares), se ha reconstruido el recinto de un kilómetro cuadrado.
Aunque sin tejado, los muros del palacio vuelven a ocupar su sitio. «Cada año, más de 1.5 millones de visitantes contemplan la fachada interior del Mshatta en Berlín, pero sólo unos pocos conocen su emplazamiento original en Jordania», señala el director de la fundación de patrimonio cultural prusiano Hermann Parzinger.
«Nuestra responsabilidad es conservar uno de los más importantes ejemplos de arte y arquitectura islámica, no sólo para el mundo, sino especialmente para los jordanos», añadió.
Así, un equipo formado por 20 arqueólogos, artistas, historiadores de arte y técnicos se puso en 2009 manos a la obra. El complejo se reconstruyó gracias a la ayuda de los dibujos originales, se utilizaron 1.5 millones de ladrillos realizados según las técnicas tradicionales y se recuperó la piedra original.
Varios artistas se encargaron de la ornamentación floral de la fachada, siguiendo el patrón de la que se encuentra en el Pérgamo.
El palacio supone una forma de acercarse a uno de los últimos grandes proyectos arquitectónicos de los Omeya, antes de que en la segunda mitad del siglo VIII la dinastía fuera derrotada por los abasíes.
«La gente se imagina el Qusair Mshatta como un palacio tradicional, con techos abovedados, pero era mucho más complejo y cercano a las construcciones abasíes que se pondrían de moda más tarde», dijo Barbara Perlich, profesora de arqueología en la Universidad Técnica de Berlín y directora del proyecto.
Ahora, un panel explica al visitante cuáles son los elementos nuevos del palacio, qué es original y cuánto se ha perdido. La entrada es gratuita. Con todo, aunque el complejo ha recuperado parte de su esplendor original, su futuro es incierto.
Cerca de allí, en el área en torno al aeropuerto Queen Alia International, crecen fábricas, negocios e industrias. Y la contaminación del aire es enemiga de la piedra caliza. «Si las autoridades no actúan deprisa, pronto no estaremos en un palacio omeya, sino en uno industrial», afirma Perlich.
Jordania espera que los touroperadores incluyan en sus paquetes turísticos esta recuperada joya del desierto, sumándola a populares destinos como Petra o el mar Muerto. Pues con la llegada de visitantes, fluirá también el dinero para mantener vivo el palacio de invierno.
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