Copenhague es uno de los pioneros de estas reformas, al igual que algunas ciudades de Norte América, que también buscan reducir o limitar los parkings para autos.
Pasito a pasito, a lo largo de los últimos 40 años, la cudad de Copenhague ha hecho algo revolucionario: la capital danesa ha reducido su suministro de aparcamientos. Deshabilitando cada año en porcentages pequeños los espacios destinados a aparcar coches, yendo en contra con la tendencia de la mayoría de otras ciudades que habilitan cada vez más de estos espacios.
En otras pocas ciudades alrededor del mundo, el impulso para atacar los enormes estacionamientos públicos, parquímetros y garages, en favor de servicios e infraestructura para peatones, ciclistas y transporte público, está creciendo.
«No existe una demanda per se de espacios para aparcar coches», asegura Rachel Weinberger, experta en políticas de aparcamientos y profesora asistente de planeación urbana y regional de la Universidad de Pensilvania. «Existe demanda para acceder a determinado lugar». Si un coche privado es la única forma de acceder a determinado restaurante, centro comercial, oficina o barrio -argumenta- eso se traduce en demanda de aparcamiento.
Ciudades alrededor del mundo están empezando a reconocer que administrar los aparcamientos es una efectiva, aunque indirecta, forma de resolver problemas relacionados con la congestión de tráfico y el cambio climático. De hecho, y de acuerdo con un estudio de la firma parisina Sareco, las personas escogen su medio de transporte en viajes urbanos en base a las condiciones de aparcamiento en sus lugares de origen y destino.
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Un funeral en Paris
Por supuesto, estas politicas restrictivas a los parkings son una medida universalmente impopular, sobre todo al principio. «Las constructoras, obviamente, buscan más parkings en lugar de menos», dice Ross Moore, quien desde 2001 encabeza investigaciones para la influyente encuesta anual sobre hábitos de aparcamiento de la firma de bienes raíces Colliers International. «Existe una tendencia, especialmente en el sector público, para limitar los estacionamientos y desalentar el uso de coches en las zonas céntricas.»
Apretando el cinturón alrededor de los parkings «generalmente aumenta el costo de hacer negocio», añade Moore. Después de todo,el parking es uno de los mercados más puros que existen. «Cuando el operador de un garage ve que sus espacios se empiezan a llenar, las tarifas se elevan de inmediato». Álguien tiene entonces que pagar la facura, dice Moore, ya sea los empleadores o los empleados, quienes como respuesta demandarán mayores compensaciones.
El hecho es que, por lo menos en Norteamérica, «vivimos en una cultura del automóvil», añade el investigador. Eso puede cambiar y, de hecho, está cambiando debido al incremento de precios en la gasolina, asegura. Pero la «infraestructura o falta de infraestructura» para moverse sin coche particular, «es algo que tiene que resolverse.»
Esta nota foram parte de una serie especial que explora asuntos energéticos. Para más información, visita, The Great Energy Challenge.
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