Conforme el planeta se calienta, se esperan más inundaciones y sequías.
Conforme el planeta se calienta, se esperan más inundaciones en lugares que ya son húmedos, y peores sequías en donde el agua es escasa.
CHINA | En julio de 2007, 23 cm de lluvia convirtieron en 24 horas una escalinata en Chongqing en una cascada. Al mismo tiempo, en el norte, más de un millón de personas enfrentaron una severa escasez de agua.
El primer imperio del mundo, el Acadio o Akkad, se fundó hace unos 4,300 años entre los ríos Tigris y Éufrates.
El imperio era gobernado desde una ciudad ?llamada también Akkad? que se cree estaba ubicada al sur de la actual Bagdad y cuya influencia se extendió hacia el norte, hasta lo que ahora es Siria, hacia el oeste penetrando en Anatolia y hacia el este en Irán.
Los acadios estaban bien organizados, bien armados y, en consecuencia, también eran ricos. Luego, alrededor de un siglo después de su fundación, el imperio colapsó súbitamente. En tres años, cuatro hombres se adjudicaron sucesivamente, y por un breve lapso, el título de emperador.
Durante muchos años, los académicos le achacaron la culpa de la caída del imperio a la política. Pero hace como una década, científicos del clima, que examinaban registros de fondos de lagos y del lecho marino, descubrieron que alrededor de la época de la desintegración del imperio las lluvias disminuyeron dramáticamente en la región.
Ahora se cree que el colapso de Akkad fue ocasionado por una sequía devastadora.
Entre otras civilizaciones cuyas desapariciones han sido ahora vinculadas a cambios en la incidencia de lluvias, se cuentan el Imperio Antiguo de Egipto, que cayó justo en la misma época que Akkad; la civilización de Tiahuanaco, que prosperó por más de un milenio cerca del Lago Titicaca, en los Andes, antes de que sus campos fueran abandonados hacia el año 1100 d.C.; y la civilización maya clásica, que colapsó en el punto más alto de su desarrollo, alrededor de 800 d.C.
Las alteraciones en las precipitaciones pluviales que devastaron a estas civilizaciones tempranas ocurrieron mucho antes de la industrialización, activadas por cambios climáticos naturales cuyas causas aún no se determinan.
En contraste, nosotros ocasionamos el cambio climático generado por las crecientes concentraciones de gases de invernadero. El aire cálido retiene más vapor de agua ?que, en sí, es un gas de invernadero?, de modo que un mundo más caliente es también uno en el que la atmósfera contiene mayor humedad (por cada grado Celsius de incremento en la temperatura del aire, una cantidad determinada de aire cerca de la superficie retiene aproximadamente 7?% más vapor de agua).
Esto no se traducirá necesariamente en más lluvia ?de hecho, la mayoría de los científicos cree que las precipitaciones totales tendrán un incremento apenas modesto?, pero es probable que esto sí se traduzca en cambios en los sitios donde cae lluvia.
Esto ampliará la dinámica básica que gobierna las precipitaciones pluviales: en ciertas partes del mundo, el aire húmedo tiende a incrementarse; en otras, la humedad tiende a precipitarse como gotas de lluvia y nieve.
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«El argumento básico sería que las transferencias de agua van a ser más grandes», explica Isaac Held, científico del National Oceanic and Atmospheric Administration?s Geophysical Fluid Dynamics Laboratory de la Universidad de Princeton.
Los modelos climáticos coinciden por lo general en que a lo largo del próximo siglo, las regiones polares y subpolares recibirán más precipitaciones, y las regiones subtropicales ?la franja entre las zonas tropical y templada?, menos.
A escala regional, los modelos están en desacuerdo acerca de algunas de las tendencias. Pero hay consenso en que la cuenca del Mediterráneo se volverá más árida. Lo mismo le ocurrirá también a México y al suroeste de Estados Unidos, a Sudáfrica y al sur de Australia.
Canadá y Europa del norte, por su parte, se volverán más húmedos. Una regla general empírica, dice Held, es que «las zonas húmedas se volverán más húmedas, y las zonas secas, más secas».
Dado que temperaturas más elevadas conllevan un incremento de la evaporación, incluso las zonas que reciban la misma cantidad de precipitaciones totales se volverán más propensas a las sequías.
Esto plantea un riesgo particular para las regiones que ya subsisten con precipitaciones mínimas, o que dependen de agricultura de temporal.
Mientras tanto, cuando la lluvia efectivamente llegue, es probable que lo haga en descargas más violentas, aumentando el riesgo de inundaciones hasta en zonas extenuadas por la sequía.
En una sola década, entre 1996 y 2005, hubo el doble de catástrofes por inundaciones de tierras firmes que las ocurridas entre 1950 y 1980.
«Esto sucede no sólo en términos de espacio, sino también de tiempo ?comenta Brian Soden, profesor de ciencias marinas y atmosféricas en la Universidad de Miami?.
De modo que los periodos secos se vuelven más secos, y los húmedos, más húmedos». Cuantificar los efectos del calentamiento global sobre los patrones de lluvias es todo un reto.
La lluvia es lo que los científicos llaman un fenómeno «ruidoso», entendiendo con esto que existe una variabilidad natural muy alta año con año. Los expertos dicen que posiblemente no sea hasta mediados de este siglo que algunos cambios a largo plazo en las precipitaciones salgan a relucir del ruido de fondo de las fluctuaciones anuales.
Pero otros cambios ya son perceptibles. Entre 1925 y 1999, la zona entre los 40 y los 70 grados de latitud norte ha incrementado sus lluvias, mientras que la zona ubicada entre cero y 30 grados norte se ha vuelto más seca.
En concordancia con esta tendencia amplia, el norte de Europa parece volverse más húmedo, mientras que la región meridional del continente se vuelve más árida.
El Ministerio del Medio Ambiente español ha estimado que, debido a los efectos combinados del cambio climático y de malas prácticas en el aprovechamiento de la tierra, hasta una tercera parte del país está en riesgo de sufrir una desertificación.
Mientras tanto, la isla de Chipre se ha vuelto tan seca que en el verano de 2008, con los niveles de sus reservas a sólo 7%, se vio obligada a empezar a importar agua de Grecia.
«Estoy preocupado ?asevera el comisionado del medio ambiente de Chipre, Charalambos Theopemptou?. El IPCC está hablando de una reducción de 20% o 30% en esta zona, lo que significa que el problema llegó para quedarse.
Y lo anterior se combina con temperaturas más elevadas. Creo que esto hará que la vida se vuelva más difícil en todo el Mediterráneo».
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Otros problemas pueden derivarse de cambios no tanto en la cantidad de precipitaciones como en el tipo.
Se estima que más de 1?000 millones de personas ?aproximadamente la sexta parte de la población mundial? viven en regiones cuyo abastecimiento de agua depende, al menos en parte, de residuos líquidos de glaciares o de la nieve que se derrite cada temporada.
En la medida en que el mundo se calienta, más precipitaciones caerán en forma de lluvia y menos como nieve, de modo que este sistema de almacenamiento puede colapsar.
La ciudad peruana de Cusco, por ejemplo, depende parcialmente de los residuos líquidos de los glaciares de la capa de hielo del Quelccaya para abastecerse de agua en el verano.
En años recientes, en la medida en que los glaciares han retrocedido debido al aumento de las temperaturas, Cusco ha tenido que recurrir de manera periódica al racionamiento de agua. Varios reportes recientes predicen que a lo largo de las próximas décadas el cambio climático surgirá como una fuente importante de inestabilidad política.
Las temperaturas en aumento pueden estar elevando ya el número de refugiados internacionales. «El cambio climático es en la actualidad uno de las principales motivadores de desplazamiento forzado», ha dicho el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados, António Guterres, y está contribuyendo a que se susciten enfrentamientos armados.
Algunos expertos ven una conexión entre los combates en Darfur, que se estima han cobrado unas 300,000 vidas, y los cambios en las precipitaciones pluviales en la región, que han ocasionado que los pastores nómadas entren en conflicto con los agricultores.
¿Afectarán los cambios en las precipitaciones pluviales del futuro a las sociedades de manera tan severa como algunos de los cambios que han ocurrido en el pasado?
El suroeste de Estados Unidos, por ejemplo, ha sido históricamente propenso a sequías tan severas como para borrar ?o por lo menos dispersar? a poblaciones locales (se cree que una de esas megasequías a finales del siglo xiii contribuyó a la desaparición de la civilización anasazi, concentrada en lo que actualmente se conoce como Four Corners).
En la actualidad, por supuesto, las técnicas de administración del agua son mucho más sofisticadas que entonces, y el suroeste de Estados Unidos está apoyado por lo que Richard Seager, experto en la historia climática de la región, llama «plomería a escala continental».
Sólo que, ¿cuán vulnerable es a la aridez que podría resultar del calentamiento global? «No lo sabemos, porque nunca antes habíamos llegado a este nivel -observa Seager-.
Pero en la medida en que el hombre siga alterando el clima, podemos estar a punto de saberlo».
Elizabeth Kolbert es escritora de tiempo completo para el New Yorker y autora de Field Notes from a Catastrophe: Man, Nature, and Climate Change.
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