¿Qué más si no intimidación y reverencia puede sentirse en presencia de un gigante natural como el árbol del tule?
El atrio de una iglesia parece el hogar apropiado para uno de los árboles más viejos y anchos del mundo. De 41 metros de altura, 32 de diámetro de copa y 14 de tronco, el árbol del Tule, como se le conoce, rebosa plenitud a sus cerca de 2,000 años de edad desde que, dice la leyenda, fuera plantado en un lugar sagrado.
Pero en Santa María de la Asunción, en el municipio oaxaqueño de Santa María del Tule, México, este emblemático ahuehuete o sabino no es el único árbol notable. Hay un par más, de 29 y 28 metros de alto y más de 1,000 y 500 años de antigüedad.
Los tres se incluyeron en la lista de 13 que el Instituto de Ecología del Estado de Oaxaca (IEEO) decretara como árboles notables por su carácter místico y religioso para las comunidades donde se ubican, pero sobre todo por su majestuosidad y los «servicios ambientales, sociales, paisajísticos y/o económicos» -dice la declaratoria de noviembre de 2008- que representan.
Según José Luis Bustamante, director del IEEO, el decreto busca concienciar a las autoridades municipales para conservar y preservar estos árboles. De hecho, dice, se prevé integrar patronatos en las comunidades y generar el interés de estudiantes de ingeniería forestal de la Universidad de Chapingo y el Instituto del Valle de Oaxaca para establecer vigilancia externa.
El IEEO trabaja un programa de monitoreo, pautas de cuidado y asesoría técnica para los municipios. «Los programas de reforestación incluyen la reproducción de estos sabinos -explica Bustamante-. Necesitan condiciones especiales porque deben estar en suelos con agua permanente o a la vera de ríos y arroyos».