El destino les jugó una mala pasada
Neil Armstrong y Buzz Aldrin, las primeras personas en pisar la luna, llegaron ahí por una desafortunada jugada del destino. El 28 de febrero de 1966, las nubes que cubrían la tormentosa ciudad de St. Luis, Estados Unidos, cambiaron por siempre el curso de la historia. Un accidente aéreo robó a dos astronautas la posibilidad de dar el «gran salto para la humanidad».
La tripulación principal del Gemini IX, nave espacial cuyos viajes sentarían las bases para las misiones Apolo, conducía un avión hacia la planta aeronáutica McDonell. Las difíciles condiciones climáticas ocasionaron que el avión se estrellara a escasos metros de la planta, los astronautas Elliot See y Charlie Basset murieron en el impacto.
Tom Stafford y Gene Cernan repusieron a sus compañeros difuntos y, tres meses después, tomaron el mando de Gemini IX. El proyecto tenía como objetivo dominar ciertas técnicas, entre ellas, las caminatas espaciales. En 1972, Cernan regresó a la luna, siendo el último hombre en caminarla.
De acuerdo con el entonces encargado de la selección de tripulantes, Deke Slayton, las muertes de See y Basset alteraron la asignación de puestos hasta eventualmente modificar los tripulantes que viajarían a bordo del Apolo 11. De haber completado su misión, Elliot hubiese comandado la misión Gemini XII. Sin embargo, el puesto lo ocupó Buzz Aldrin lo que le abrió el paso a pilotear la nave que alunaría por primera vez en la historia.