Es el final de la temporada que precede a las lluvias en Panamá, y la selva está muy seca.
Un acercamiento a la vida nocturna de estos felinos
Es el final de la temporada que precede a las lluvias en Panamá, y la selva está muy seca. Sobre el suelo, cubierto por una gruesa capa de hojas, el fotógrafo Christian Ziegler se mantiene completamente quieto, concentrado en escuchar el pitido del dispositivo de rastreo por radio que maneja su ayudante.
Según la señal auditiva del receptor de radio, cerca de allí, quizá a sólo 10 metros de distancia, deambula un ocelote. A pesar de la crujiente capa de hojas y del hecho de que este depredador felino llega a tener el tamaño de un perro mediano, Ziegler no puede verlo ni escuchar sus pisadas.
Con una mezcla de frustración y temor reverente, Ziegler comenta más tarde: «en seis meses los he visto con mis propios ojos quizá sólo en seis ocasiones, y por lo general una fracción de segundo, cuando escapaban rápida y furtivamente». El sigilo de esta especie (Leopardus pardalis) y la densa selva en la que suele vivir -en América se extiende desde el sur de la cuenca del Amazonas hasta el norte del valle del río Grande en Texas-, hacen las cosas difíciles a los científicos que tratan de observar ocelotes en su hábitat natural.
«No te puedes sentar a esperar como si estuvieras observando leones al acecho en una sabana», dice Roland Kays, quien está a cargo de los mamíferos en el Museo del Estado de Nueva York. Él estudia las interacciones entre los ocelotes de la isla Barro Colorado de Panamá y la presa favorita de estos felinos: un roedor de tres kilogramos llamado agutí.
En Barro Colorado, Kays y Martin Wikelski, de la Universidad de Princeton, realizan pruebas con un innovador equipo para rastrear animales denominado Sistema Automatizado de Radiotelemetría (ARTS, por sus siglas en inglés). La radiotelemetría, que tradicionalmente se ha usado en el estudio de la vida salvaje, requiere que los investigadores se abran paso con dificultades por el terreno, portando receptores para triangular la posición de un animal previamente capturado y al cual le han colocado un collar transmisor.
En cambio, el ARTS consta de siete torres de radio fijas instaladas en distintos puntos de la isla. Éstas captan señales y las transmiten a las computadoras que vigilan constantemente a los animales. «Con este sistema es posible recabar más datos en una semana que los que se conseguirían en años usando la telemetría tradicional», dice Kays
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