Pok Fu Lam es parte de la iniciativa de protección de monumentos.
Yu Mui Ng sabe que su vida no se corresponde con el cliché de la vida en una ciudad de rascacielos. A sus 103 años, esta mujer vive en una casita de una pequeña callejuela que fue construida por sus antepasados. Ese lugar no se encuentra en medio de la metrópolis financiera, sino en las inmediaciones, en uno de los últimos pueblos de la isla de Hong Kong: Pok Fu Lam.
«Llegue aquí hace 80 años y nunca he querido irme», afirma Ng. En Pok Fu Lam no sólo la calidad del aire es buena, sino también el vecindario, que le permite a uno charlar de vez en cuando con sus vecinos, o jugar alguna partida de algún juego tradicional. «Si viviera en un gran edificio, mis vecinos ni siquiera sabrían mi nombre», explica.
Sin embargo, no todo es tranquilidad en Pok Fu Lam. La administración de Hong Kong cree que los vecinos están ocupando el barrio que debe transformarse.
Así, los habitantes temen desde hace tiempo por sus terrenos, y la iniciativa de protección de monumentos World Monuments Fund (WMF), con sede en Nueva York, les ha dado su apoyo indirecto al considerar que se trata de un patrimonio cultural amenazado, al igual que ciudades como Venecia.
La zona, con vistas a una pintoresca bahía, es un terreno inmobiliario de primera clase, junto a una ciudad superpoblada en la que la mayor parte de la gente vive en apiñados bloques de apartamentos.
Algunas de las casitas de Pok Fu Lam, con sus fachadas de chapa ondulada, parecen parte de una barriada pobre. Pero al observarlas de cerca, se aprecia que muchos de los edificios están construidos con hormigón o ladrillo y cuentan con un mobiliario moderno y los últimos avances tecnológicos.
Nigel Ko, cuya familia vive en Pok Fu Lam desde hace cuatro generaciones, dice que el pobre aspecto exterior de algunas viviendas se debe a que las autoridades obligaron a los vecinos a mantener las casas con el mismo aspecto que tenían en los años 80 del siglo pasado.
Ko, de 42 años, es uno de los vecinos que lucharon para que el pueblo fuera incluido en la iniciativa de protección de patrimonio del World Monuments Fund. Dos veces al mes organizan visitas guiadas por la zona, para intentar que aumente el interés por el pueblo.
«Desde que era un niño, todos los años escuchaba decir que el pueblo sería demolido», recuerda Ko. Pero ahora cree que desde que el World Monuments Fund se interesó por ellos han aumentado las posibilidades de que Pok Fu Lam se convierta un día en Patrimonio Mundial de la Unesco. «Pero para eso tenemos que ganarnos también el apoyo de los habitantes de Hong Kong».