La mayoría de nosotros lo conocemos como el gas que hace flotar globos, dirigibles y superhéroes gigantes en los desfiles festivos.
El helio también se usa para purgar motores de cohete para la NASA y las fuerzas armadas, y es crucial para equipos de buceo, aceleradores de partículas y equipos de resonancia magnética. La mala noticia, dice National Research Council, es que se acaba.
La mayor parte del helio del mundo se encuentra bajo las Grandes Llanuras de Estados Unidos, donde está atrapado en gas natural. El país empezó a almacenarlo en los sesenta, pero en 1996 optó por recuperar su inversión y para 2015 habrá vendido todas las reservas.
Después de eso, otros productores ?incluidos Rusia, Argelia y Qatar? controlarán lo que quede del mercado mundial: quizá apenas unos 40 años más. Los científicos, incluido el ganador del Premio Nobel Robert Richardson, piensan que aumentar el precio ayudaría a conservar el elemento.
Richardson sabe que cobrar a lo grande (100 dólares) por un globo pequeño es una idea aguafiestas, pero alentaría a los principales usuarios del helio, como la NASA, a reciclarlo y ayudar al mundo a mantenerse arriba, arriba y más allá.