Un nuevo estudio revela que centenares de lenguas están al borde de la extinción en todo el mundo y que, en algunos casos, sólo las habla una persona.
Para fines de siglo desaparecerán más de la mitad de las lenguas habladas en el mundo
Un nuevo estudio revela que centenares de lenguas están al borde de la extinción en todo el mundo y que, en algunos casos, sólo las habla una persona. La investigación ha identificado cinco puntos críticos donde los lenguajes desaparecen con mayor celeridad: Siberia oriental, el norte de Australia, la región central de América del Sur, Oklahoma y el Pacífico noroeste de Estados Unidos.
«Muchas lenguas están en proceso de una crisis global de extinción que supera por mucho el ritmo de extinción de las especies», señaló David Harrison, profesor de lingüística de Swarthmore College, Pensilvania. Harrison y Gregory Anderson, ambos afiliados al Instituto de Lenguas Vivas para las Lenguas en Peligro de Oregón, recorrieron el mundo y entrevistaron a los últimos hablantes de lenguajes críticamente amenazados como parte del Proyecto Voces Perdurables de la Sociedad National Geographic.
Se espera que, a fines del presente siglo, desaparezca más de la mitad de las siete mil lenguas habladas en todo el planeta, lo cual borrará consigo conocimientos irreemplazables del mundo natural, señaló Harrison. «Mucho de lo que sabemos sobre especies y ecosistemas no está escrito y sólo se encuentra en la memoria de unas cuantas personas -apuntó-. Estamos presenciando la erosión de la base de conocimientos de la humanidad».
Una muerte lenta
Se calcula que, en los últimos 500 años, se han extinguido la mitad de las lenguas del mundo, desde el etrusco hasta el tasmanio. Sin embargo, algunos investigadores afirman que los lenguajes desaparecen ahora con mayor celeridad que en ninguna otra época histórica.
En el caso de unos 500 lenguajes, hay menos de diez hablantes. Algunas lenguas han desaparecido de manera instantánea tras la obliteración de pequeñas comunidades vulnerables a consecuencia de desastres naturales. No obstante, en la mayoría de los casos, los lenguajes experimentan una prolongada agonía cada vez que los pueblos abandonan sus lenguas maternas al verse rodeados de individuos que hablan un lenguaje más común.
Por ejemplo, actualmente ningún escolar aprende alguna de las 50 lenguas nativas que aún quedan en California. «Los lenguajes que no enseñamos a los niños no sólo están en peligro, sino condenados a la extinción», aseveró Lyle Campbell, profesor de lingüística de la Universidad de Utah en Salt Lake City.
Este verano, investigadores de Voces Perdurables viajaron a Australia, cuyas lenguas aborígenes se cuentan entre las más amenazadas del planeta. En el Territorio Norte, el equipo documentó a sólo tres hablantes de magati ke (escuche la voz de un hombre hablando magati ke).
En el oeste de Australia encontraron también a tres hablantes de una lengua poco conocida llamada yawuru. En los lugares más apartados de la espesura australiana vive un hombre que posee conocimientos básicos de amurdag, lengua declarada extinta anteriormente.
«Australia es un sitio asombroso porque la humanidad ha vivido allí desde hace 50 mil años. Los aborígenes son un vínculo con un pasado tan intacto y singular, que no hay algo parecido en otras regiones de la Tierra -declaró Harrison-. Nos permiten atisbar en la prehistoria humana, en los sistemas y las creencias mitológica que han producido y transmitido verbalmente sin jamás recurrir a alguna forma de escritura».
Identifican puntos críticos
A fin de detectar los cinco puntos críticos, los investigadores no se enfocaron en lenguas específicas, sino que estudiaron todas las familias lingüísticas en dificultades. Utilizaron tres criterios principales para determinar si la región ameritaba considerarse un punto crítico para la extinción de lenguas: -diversidad de los lenguajes hablados -grado de peligro para la lengua -y documentación científica del lenguaje Hallaron que Bolivia tiene el doble de diversidad de lenguajes que la totalidad de Europa, pero dicha diversidad está cada vez más amenazada por idiomas dominantes como el español.
«Es un enfoque completamente nuevo para analizar la diversidad de idiomas en la escala global», aseveró Harrison. Los puntos críticos suelen ser colonias de asentamiento dispersas a lo largo de rutas migratorias, interpuso Anderson, colega de Harrison en el proyecto. «La principal semejanza [entre] los cinco puntos críticos más importantes es que son los últimos reductos de dichas lenguas en áreas ocupadas exitosamente por alguna colonia de asentamiento», informó.
Campbell comentó que el trabajo de los investigadores de Voces Perdurables es «altamente encomiable». No obstante, agregó, podría ser un error enfocarse en unos cuantos puntos críticos lingüísticos, debido a que muchas otras áreas enfrentan amenazas similares.
«En esencia, todas las lenguas nativas americanas están amenazadas -afirmó-. Y la mayor parte de las lenguas aborígenes ya se han extinguido en el resto de Australia». Gary Holton, experto en lenguas nativas de Alaska en la Universidad de Alaska Fairbanks, señaló: «Al iniciarse la era de extinciones lingüísticas masivas, veremos cambiar nuestras definiciones de lengua y hablante».
Algunas personas que apenas tengan conocimientos parciales de una lengua podrían considerarse hablantes de la misma una vez que haya desaparecido la generación precedente que la hablaba con fluidez, pronosticó Holton. Asimismo, prosiguió, la muerte de una lengua podría señalar el nacimiento de otra.
Hace poco entró en contacto con una lengua del sureste de Indonesia llamada illu y que hoy es recordada por un apenas puñado de ancianos hablantes. Es posible que, alguna vez, fuera un dialecto de lamma, lenguaje papú que sólo se habla en una isla.
«Pero al extinguirse otros dialectos relacionados, illu se considera hoy un lenguaje aparte -explicó Holton-. De tal manera, lo que antaño fuera un dialecto se ha convertido en lenguaje».
Información secreta
Siglos de pensamiento humano sobre los animales, las plantas, las matemáticas, y el tiempo mismo, desaparecen con la pérdida de un lenguaje, declaró Harrison. «La ciencia no ha podido descubrir ochenta por ciento de las especies del planeta, pero eso no significa que sean desconocidas para el hombre, porque los pueblos que habitan en esos ecosistemas conocen íntimamente dichas especies y a menudo han desarrollado sistemas de clasificación más sofisticados que los sistemas científicos -explicó-. Estamos relegando al olvido siglos de conocimientos y descubrimientos que esos pueblos han realizado».
En Bolivia, Harrison y Anderson se entrevistaron con el pueblo kallawaya, herbolarios tradicionales desde la época del imperio inca. En la vida cotidiana, los kallawaya hablan quechua; no obstante, también conservan una lengua secreta para codificar información sobre miles de plantas medicinales, algunas hasta ahora desconocidas para la ciencia y que ellos utilizan como remedios.
Entre tanto, los conocimientos de navegación de los pueblos de Micronesia también están cifrados en lenguas vulnerables y de uso reducido, prosiguió Harrison. «Hay personas que conocen un conjunto especial de términos, que les permite navegar miles de millas de mares desconocidos? sin recurrir a instrumentos de navegación modernos».
Los niños son el futuro de los lenguajes
Harrison señaló que muchas veces los niños son quienes determinan el abandono definitivo de una lengua nativa. «Los niños son barómetros del prestigio social -informó-. De manera implícita, saben que si viven en un ambiente donde se hablan dos lenguas, una de ellas es menos valiosa que la otra y por ello hablan la más valiosa».
Anderson, del Proyecto Voces Perdurables, concuerda en que la presión social tiene un papel primordial. «La amenaza lingüística inicia cuando una comunidad decide que su lenguaje es, de algún modo, un impedimento social o económico -explicó-. Las áreas donde [el riesgo] es mayor son aquéllas donde el cambio comenzó hace varias generaciones, de modo que casi se ha completado».
La única manera de asegurar la supervivencia de un lenguaje, afirmó la pareja de investigadores, es lograr que los niños aprecien su valor. «El control no está en los padres; son los propios niños quienes tienen el poder para tomar una decisión que afectará a la comunidad y el futuro de su lenguaje», enfatizó Harrison.
Harrison confesó haberse sentido alentado por una experiencia que tuvo en Australia, donde él y otros investigadores observaron a una mujer de más de 80 años, una de sólo tres hablantes de yawuru, enseñando la lengua a un grupo de escolares. «Los niños habían decidido tomar la clase de forma voluntaria -explicó-. Cuando les preguntamos porqué lo hacían, respondieron: Es un lenguaje que está muriéndose. Tenemos que aprenderlo».
La lección de aquel día versaba sobre las plantas, que tienen importantes aplicaciones médicas en la cultura aborigen. «La mujer movía cada planta frente al grupo mientras decía algo acerca de ella en su lengua, y los niños repetían la información -recuerda Harrison-. Fue maravilloso presenciar aquel momento de transmisión de conocimientos. Nos inspiró enormemente».
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