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Secretos, profundos y oscuros

Los agujeros azules de las Bahamas son un tesoro científicoque incluso puede arrojar luz sobre la vida más allá de laTierra.

Nos hundimos en Stargate, barriendo el vacío con la luz de nuestras lámparas de buceo. A 15 metros de la superficie nos amenaza una bruma pálida, más fibrosa que humeante, como una red plateada de telarañas tenues arremolinadas, suspendidas y quietas en la oscuridad. Es una capa de ácido sulfhídrico, gas tóxico creado por colonias bacterianas y materia orgánica en descomposición. Los buzos que entran en el gas pueden experimentar picazón en la piel, hormigueo y mareo; algunos perciben un olor a huevo podrido a medida que el gas penetra su piel y se metaboliza en los pulmones. En Stargate la densidad del gas es relativamente baja, pero al descender me golpea una ola de náusea. Miro a mi guía, Brian Kakuk, uno de los más destacados espeleobuzos del mundo. No parece perturbado. La cabeza me empieza a doler está claro que tengo una sensibilidad poco común a la toxina. En el poema épico Beowulf, "vagas formas de serpientes" en las profundidades vigilan el lago del monstruo Grendel y su madre, protegiendo su guarida. La bruma de Stargate, que parece de otro mundo, aparentemente sirve al mismo propósito: es una cortina venenosa que protege las zonas más profundas de la cueva.

Las cuevas inundadas cercanas a la costa, llamadas agujeros azules del océano, son extensiones del mar y están sujetas a las mismas mareas fuertes y albergan muchas de las especies de las aguas circundantes. Sin embargo, los agujeros azules de tierra adentro no se parecen a ningún otro ambiente de la Tierra, gracias en buena medida a su geología y la química del agua. En estas cuevas inundadas, como Stargate en la isla Andros, el reducido flujo de marea resulta en una estratificación muy definida de la química del agua. Un delgado lente de agua dulce ?formado por la lluvia? se halla encima de una densa capa de agua salada. El lente de agua dulce actúa como tapa, aísla el agua salada del oxígeno atmosférico e impide que las bacterias descompongan la materia orgánica. Las bacterias de la zona justo debajo del agua dulce sobreviven utilizando el sulfato (una de las sales presentes en el agua) y generan ácido sulfhídrico como subproducto. Conocido en tierra como gas de alcantarilla o de ciénaga, el ácido sulfhídrico puede provocar el delirio y la muerte en dosis más altas. Como laboratorios vivientes, los agujeros azules de tierra adentro son el equivalente científico de la tumba de Tutankamón. Desde la perspectiva de un buzo, están al mismo nivel que el Everest o el K2 y conquistarlos requiere entrenamiento, equipo y experiencia muy especializados. Los espeleobuzos trabajan bajo una presión de tiempo tremenda, aun mayor que la de los alpinistas de gran altitud. Cuando algo sale mal, si no solucionan el problema y regresan a la entrada de la cueva antes de quedarse sin aire, están condenados.

Hasta ahora sólo un puñado de científicos se había aventurado en los agujeros azules, pero en el verano y el otoño de 2009 un equipo multidisciplinario de científicos y espeleobuzos pasó dos meses estudiándolos en Andros, Ábaco y otras cinco islas de las Bahamas. Con financiamiento de National Geographic Society y en colaboración con el Museo Nacional de las Bahamas, Blue Hole Expedition de las Bahamas fue concebida por Kenny Broad, experimentado explorador de cuevas y antropólogo. Bajo el liderazgo entusiasta y con el sentido del humor de Broad, y con Brian Kakuk como jefe de seguridad en el buceo y el notable explorador de cuevas Wes Skiles haciendo tomas fijas y filmando, los miembros del equipo realizaron unas 150 inmersiones en docenas de agujeros azules. Reunieron datos que prometen profundizar nuestro entendimiento en campos tan diversos como geología, química del agua, biología, paleontología, arqueología e incluso astrobiología (el estudio de la vida en el universo).

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Trabajaron con premura. Con la tasa actual de incremento del nivel del mar (que puede llegar a un metro en el próximo siglo), muchas cuevas de tierra adentro se inundarán con agua de mar en las próximas décadas, lo que alterará su delicada química y acabará precisamente con las condiciones que las hacen tan valiosas. Mientras, los agujeros azules se suelen utilizar como basureros, contaminando la principal fuente de agua dulce natural de las islas. La invisibilidad del mundo subterráneo lo deja fuera de la lista de prioridades en la conservación. Por ello la expedición también se propuso difundir la importancia de los agujeros azules y las amenazas que enfrentan.

De manera instintiva asociamos la vida con el oxígeno, pero por más de 1 000 millones de años, en la Tierra existieron seres vivos en su ausencia. Irónicamente, la revolución del oxígeno se debió al éxito de bacterias que lo producían como desecho. Jenn Macalady, astrobióloga, estudia la química del agua de los agujeros azules de las Bahamas para entender condiciones muy parecidas a las de los primeros ambientes que sustentaron la vida y que carecían de oxígeno. A ella le interesa especialmente el periodo que va desde hace 4 000 millones de años? cuando apareció la vida en la Tierra? hasta lo que los científicos llaman la revolución del oxígeno, hace unos 2 500 millones de años. Al investigar bacterias que medran en las aguas anóxicas de los agujeros azules, ella puede plantear lo que podría existir en los ambientes sin oxígeno y con agua líquida de planetas y lunas lejanos. "El universo está hecho de los mismos elementos ?dice Macalady?, y es probable que los planetas habitables compartan muchas de las mismas características, como un rango de temperatura propicio para la vida y la presencia de agua". Muchos astrobiólogos infieren que hay tales condiciones en bolsas de agua líquida debajo de la superficie marciana o en un mar bajo la corteza helada de Europa, una luna de Júpiter, por no mencionar mundos muy lejanos que podrían ser mucho más semejantes al nuestro.

Macalady no bucea, pero es una espeleóloga activa. Instruye a los buzos para que tomen muestras de agua, bacterias y ácido sulfhídrico entre la superficie y una profundidad de hasta 80 metros. La mayoría de los estudios que realiza ?que incluyen pruebas de ADN, cultivos de bacterias y búsqueda de fósiles moleculares? debe esperar a que regrese al equipo con el que cuenta en su laboratorio. Pero el ácido sulfhídrico es demasiado inestable para transportarlo, de manera que Macalady analiza en el lugar de buceo los niveles del gas en muestras de agua con un espectrofotómetro portátil. La asiste Nikita Shiel-Rolle, espeleobuza originaria de las Bahamas y estudiante de posgrado en ciencias marinas. La entrada a Stargate se halla en terrenos que han pertenecido a su familia por generaciones.

"Para dar una idea de qué tan singular es cada agujero -dice Macalady-, analizamos el ADN de microbios de cinco agujeros azules de tierra adentro y no encontramos alguna especie compartida". Con frecuencia le sorprende la variedad de maneras de obtenención de energía que tienen los organismos de las cuevas. "Algunos de ellos usan trucos que pensábamos imposibles químicamente -señala la investigadora-. Si podemos entender con precisión cómo se ganan la vida estos microbios, sabremos qué buscar en mundos carentes de oxígeno".

A medida que Kakuk y yo salimos del ácido sulfhídrico para entrar en el agua oscura que está debajo, mi náusea y mi dolor de cabeza desaparecen con rapidez. Descendemos despacio a lo largo de la pared oriental de la cueva hasta que en nuestras luces aparece un portal triangular: es la entrada a un túnel de 750 metros de longitud conocido como el Pasadizo Sur. Stargate consiste en un pozo central de unos 100 metros de profundidad, con pasadizos que se extienden al norte y al sur. Kakuk ha explorado unos 400 metros del Pasadizo Norte desde el pozo central y ha ido aún más lejos en el Pasadizo Sur.De los más de 1 000 agujeros azules que se cree hay en las Bahamas se ha explorado menos de 20 % y Kakuk estima que tres cuartas partes de estos ofrecen pasadizos nunca antes vistos.

La entrada al Pasadizo Sur está decorada con espectaculares formaciones de calcita, o espeleotemas, desde los paños (formaciones delgadas, semejantes a cortinas) y las pajillas (finos depósitos cilíndricos, parecidos a las pajillas para beber) hasta las más conocidas estalactitas y estalagmitas (cabe recordar que las estalactitas deben colgar con fuerza del techo). Las formaciones se hicieron durante eras glaciales, cuando el nivel del mar disminuyó drásticamente y las cuevas se secaron. Para Peter Swart, profesor de geología marina y geofísica, en cada año de su crecimiento los espeleotemas guardan un registro invaluable del cambio climático, a una tasa inexorable de uno a cinco centímetros cada 1 000 años. Al estudiar los espeleotemas en detalle, Swart, Broad y Amy Clement ?quien hace modelos climáticos? obtendrán información valiosa sobre cambios climáticos repentinos que tuvieron lugar en el pasado. Estos incluyen tormentas prolongadas que hace miles de años soplaron el polvo del Sahara desde África por el Atlántico, dejando altas concentraciones de hierro en las estalagmitas y las rayas rojas que se ven en el sedimento de las paredes de las cuevas. La información obtenida de los espeleotemas arrojará luz sobre el rápido calentamiento en nuestros días y el riesgo asociado del incremento del nivel del mar. "Mientras mejor entendamos cómo funciona el clima natural -dice Swart-, mejor podremos comprender la naturaleza y alcance de nuestro propio impacto".

Dirigido por Kakuk , ato nuestro carrete a la línea de seguridad colocada en la entrada del Pasadizo Sur y lo sigo a través de ella. Con el movimiento de nuestras luces, la geometría natural del corredor se ve impresionante. Arriba se eleva un techo triangular abovedado; abajo, un suelo de negrura impenetrable. Hay una sobrecogedora cualidad intencional: el corredor abovedado más parece haber sido diseñado que un producto del azar, y me recuerda al mismo tiempo las paredes exteriores de Micenas y la galería en la Gran Pirámide de Khufu. Cubro mi luz con la palma de la mano y me detengo, mirando cómo la lámpara de Kakuk avanza con seguridad a medida que los ángulos empinados de las paredes se muestran a la vista. Había esperado sentirme algo ansioso en un ambiente tan extraño pero, no obstante su surrealismo extraterrenal, este lugar sin luz ni movimiento es profundamente tranquilizador. Por un momento me relajo del todo, liberando un aliento atenuado y haciendo oscilar mi luz hacia arriba, a través de un enjambre de burbujas ascendentes.

Sesenta metros laterales dentro del Pasadizo Sur, Kakuk toma una muestra de agua en un tubo de plástico para Macalady. Me señala un pez con cola titilante, translúcida, que parpadea como la llama de una vela: es un Lucifuga de unos 12 centímetros.Como la mayoría de las formas de vida en estas profundidades sin luz, el pez es ciego. Entonces Kakuk dirige mi atención a un camarón Barbouria, crustáceo rojizo de cinco centímetros con largas antenas inclinadas para detectar presas en la oscuridad. Minutos después Kakuk hace una pausa y dirige la luz de la lámpara que lleva en la cabeza a la punta de su dedo; es su señal para indicar la presencia de las criaturas más diminutas. Se trata de un ostrácodo, un crustáceo no mayor que una semilla de ajonjolí; su brillante interior rosado está enfundado por un caparazón transparente, parecido al de una almeja. En la parte superior tiene un par de sedas natatorias que se mueven como las alas de un hada, impulsando al animal en el agua.

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Kakuk es conocido por su habilidad para hallar cosas que la mayoría de los otros buzos, incluyendo científicos entrenados, nunca ve. Durante su carrera de 21 años buceando en agujeros azules ha descubierto más de una docena de nuevas especies de animales, cuatro de las cuales han sido nombradas en su honor. En décadas recientes otros científicos han descubierto una abundancia pasmosa de organismos desconocidos en estas y otras cuevas inundadas alrededor del mundo: más de 300 especies, 75 géneros, nueve familias, tres órdenes y una clase, Remipedia,documentada por primera vez en las Bahamas en 1981.

La mayoría de las especies adaptadas a las cuevas son crustáceos y muchas, como los remipedios, son "fósiles vivientes": especies muy parecidas a aquellas preservadas en el registro fósil. Los remipedios surgieron hace 300 millones de años y ofrecen una oportunidad inusual de ver vida del periodo Carbonífero, decenas de millones de años antes de que aparecieran los dinosaurios. Con cuerpos delgados y segmentados de menos de cinco centímetros de longitud, y por lo general ciegos y sin color, los remipedios están, no obstante, en la cima de la cadena alimenticia de sus hábitats; utilizan una especie de colmillos huecos para inyectar veneno y matar camarones y otros crustáceos.

A medida que movemos nuestras aletas para ir a mayor profundidad en el Pasadizo Sur, el único sonido es el silbido rítmico de nuestros reguladores y el ruido sordo de nuestro aliento al exhalar. Ocasionalmente, Kakuk describe un círculo amplio con su luz en la pared del pasadizo, una señal para preguntar si estoy bien. Contesto la señal con una respuesta afirmativa, pero mi vida depende de su buen juicio, y la suya, hasta cierto punto, del mío.

En el espeleobuceo la redundancia es crucial. Si una de mis luces se apaga, tengo tres de reserva. Nuestro suministro de nitrox (combinación de oxígeno y nitrógeno) enriquecido con oxígeno está respaldado con dos tanques independientes y sus sistemas de regulación. Mientras sigamos la regla de los tercios (un tercio del gas total para entrar, uno para salir y otro en reserva para emergencias), debemos tener siempre suficiente para llegar a casa, incluso si uno de los tanques o de los reguladores falla. Esto, suponiendo que no perdamos la línea de seguridad. En el laberinto de pasadizos, separarse de la línea puede ser fatal. Durante mi entrenamiento, Kakuk me hizo girar con los ojos cerrados y me empujó lejos de la línea para simular desorientación.

A tientas y usando mi carrete de seguridad para buscar, siguiendo un patrón radial, me tomó 12 minutos interminables encontrar la línea. Por su parte, Kakuk tiene en su bitácora unas 3 000 inmersiones en cuevas sin haberse herido seriamente. Dados los riesgos, el talante alegre del equipo de Broad contradice este hecho: entre todos, estos buzos han participado en docenas de misiones de recuperación de cuerpos en cuevas sumergidas.

Alcanzamos el final de la línea principal a unos 150 metros dentro del Pasadizo Sur; la línea se halla atada a una columna de calcita a una profundidad de 40 metros. Aquí el túnel se estrecha y se hunde por debajo de los 70 metros. Con mi experiencia hemos llegado tan lejos como Kakuk lo permite. Revisamos nuestro gas ?el primero de nuestros tercios ya casi se acaba? y damos la vuelta para volver a casa.

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En el portal que separa el Pasadizo Sur del conducto central de Stargate, Kakuk cubre sus luces y se detiene. En el conducto que está más allá, el verde tenue de la luz del día es suficiente para proyectar como siluetas las paredes de la entrada del pasadizo. Dejo que mis extremidades cuelguen, con cada respiración mi cuerpo sube y baja casi imperceptiblemente. Parece que el tiempo se detuviera. Me gustaría flotar aquí durante horas, ingrávido y relajado, suspendido en el vacío y que todo pensamiento abandone mi mente.

Ascende mos despacio a una profundidad de 18 metros y hacemos una pausa en un saliente inclinado directamente debajo de la boca de la cueva. A la mitad del saliente hay una larga depresión llena de limo. Kakuk vio este rasgo prometedor en un buceo anterior y ahora mete las manos en el cieno. Busca a tientas, con suavidad, hacia delante y hacia atrás; de pronto, tan rápido que parece milagroso, extrae un hueso largo del color de la caoba: un fémur humano. Le siguen dos huesos más pequeños. Entonces extiende su brazo, lo hace penetrar más profundamente en el limo y saca la coronilla abovedada de un cráneo humano. La frente tiene un pronunciado ángulo hacia atrás, señal de que su dueño perteneció a la tribu nativa lucayan, que prosperó en las Bahamas entre los siglos vi y xv. Para crear una frente inclinada hacia atrás, los lucayan amarraban tablas a la cabeza de sus niños. Algunos arqueólogos piensan que con esta práctica se buscaba que la parte frontal del cráneo resistiera mejor los golpes en la batalla; otros creen que era puramente estética.

En 1991, Rob Palmer (pionero del espeleobuceo que le puso el nombre a Stargate) y su equipo descubrieron y excavaron 17 conjuntos de restos de lucayan en una cueva en Andros llamada Santuario: 11 adultos varones, cinco mujeres adultas y un niño. En la expedición de 2009, Michael Pateman, arqueólogo y espeleobuzo del Museo Nacional de las Bahamas, recuperó los restos de otros dos lucayan. Él va a estudiar los huesos y a fecharlos con carbono (y también los que halló Kakuk en nuestra inmersión) en busca de información sobre la edad, el sexo, la estatura, la dieta y las presiones que vivieron estos individuos, así como de qué murieron.

"Una de las cosas que sabemos sobre los lucayan es que eran grandes buzos -me dice Pateman-. Los españoles los empleaban para encontrar perlas. Y hemos hallado evidencia de buceo profundo en algunos de los cráneos; con el tiempo, como respuesta a la presión, crecen los huesos alrededor de los oídos". Al igual que buena parte del estudio científico sobre los agujeros azules, el trabajo de Pateman apenas empieza. La pregunta que más ronda en su mente es ¿cómo y por qué los lucayan terminaron en agujeros azules? Sospecha que las cuevas sumergidas eran lugares para enterrar a los muertos, pero el hallazgo del cuerpo amarrado de un lucayan en una cueva seca de una isla sugiere otras prácticas. ¿Eran los cuerpos de sus víctimas asesinadas? ¿Víctimas de contiendas, guerras o sacrificios rituales?

Nancy Albury es la coordinadora de proyectos del Museo Nacional de las Bahamas. Su pasión por los agujeros azules se centra en los restos animales que contienen: los fósiles y huesos notablemente bien conservados de cocodrilos, tortugas, murciélagos, escarabajos y otras especies que medraron en las Bahamas antes de la ocupación de los lucayan. "Hemos encontrado esqueletos completos y tejidos blandos preservados en caparazones de tortuga de miles de años de antigüedad -dice Albury-. Las hojas todavía conservan su estructura y sus pigmentos, y las alas azules y verdes de los insectos aún son iridiscentes". Como explica el paleontólogo de la expedición, Dave Steadman, los ambientes protegidos y anóxicos son perfectos para preservar materia orgánica. Si no fuera por estos agujeros, dice, buena parte del registro fósil de los animales de las Bahamas, que se remonta a miles de años, no existiría.

El enfo que multidisciplinario de la expedición es el intercambio constante de ideas entre científicos de formación muy distinta. El trabajo de Swart con espeleotemas dará luz sobre climas pasados, lo cual a su vez podría explicar cómo y cuándo se extinguieron algunas especies animales de las Bahamas. El trabajo de Pateman con restos humanos podría revelar conexiones hasta ahora desconocidas entre los lucayan y los huesos de animales encontrados en las cuevas. Sin la estructura geológica única de los agujeros azules de tierra adentro -profundos, oscuros, protegidos y con poco flujo de marea- las bacterias especializadas que estudia Macalady no habrían logrado afianzarse. Y si estas no hubiesen creado un ambiente anóxico, varias de las especies que estudia Iliffe no habrían prosperado y mucha evidencia biológica habría desaparecido. Como lo plantea Broad: "No puedo pensar en otro ambiente de la Tierra que sea tan difícil de explorar y que a cambio nos dé tanto para la ciencia".

Kakuk y yo ascendemos despacio hacia la superficie y pasamos de nuevo a través de los velos de ácido sulfhídrico hasta llegar a nuestras botellas de descompresión; son tanques de oxígeno puro que cuelgan de un trozo de tubería de plástico a una profundidad de seis metros. Nos cambiamos a estos tanques y nos quedamos suspendidos, respirando con facilidad. Luego de 18 minutos de descompresión y de una inmersión que duró 65 minutos, salimos al cálido aire de las Bahamas. Incluso aquí, cuando floto sobre mi espalda por un momento, descansando en su piel líquida, Stargate se siente como un mundo extraño y benigno.

National Geographic

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