Desde hace mucho es un ritual de la vida rural en Irlanda: la calidez que surge de la quema de la turba.
Desde hace siglos, las familias dependen de ladrillos de turba extraídos de los tremedales crecidos (arriba), que secan para obtener combustible. Ahora, una propuesta de la Unión Europea para hacer cumplir una directriz de 1997 para proteger de la desaparición estos antiguos hábitats, ricos en plantas en descomposición y especies raras, tiene molestos a los extractores.
La designación de la UE de docenas de grandes tremedales como zonas de conservación, parte de un impulso para proteger la diversidad ambiental, no se había aplicado debido a las sensibilidades de los campesinos irlandeses. Pero la evidencia de explotación vasta hizo que la UE amenazara con imponer multas altas el año pasado.
Las industrias continuaron, argumentando empleos. Se alcanzó una paz tentativa el verano pasado cuando los contratistas acordaron detener la actividad el resto del año. Pero el terreno sigue inestable; el legislador y extractor de turba irlandés Luke Flanagan promete renovar la lucha el año entrante.