Borja Cardelús reunió información y la estructuró para exponer lo ocurrido antes de la conquista.
Con «Inca», el realizador y escritor español Borja Cardelús se adentra en la compleja sociedad del pueblo originario de los Andes de una forma hasta ahora inédita: la novela histórica, que pese a la fascinante trama que conforman los últimos años del imperio antes de la llegada de los españoles, nunca había sido abordada desde la ficción.
Su fascinación y conocimiento de la civilización incaica comenzó con otro libro, «Cápac Ñan. El gran camino inca», que escribió como parte de una serie sobre los grandes corredores ecológico-culturales de América Latina. La edición se publicó hace tres años.
Para hacerlo tuvo que «investigar muchísimo la vida de los incas, y hubiera querido meter en ese libro todo lo que había investigado, pero no hubo sitio y pensé que se podía hacer una novela», explica Cardelús. Pero además, porque no había ninguna novela histórica sobre los incas. «Ha habido varias sobre los aztecas, tampoco demasiadas, hay sobre la llegada de los españoles, pero sobre la riquísima vida de los incas no había nada y esto fue el segundo estímulo».
El libro abarca los últimos tiempos en la vida de Huayna Capac, el nieto del fundador del imperio inca, Pachacutec, y quien amplía y consolida la conquista que había iniciado su abuelo. Y también la lucha por la sucesión que se produjo tras su muerte entre dos de sus hijos, uno legítimo y el otro bastardo, para finalizar con la llegada de los españoles y la caída del Tahuantisuyo (el imperio inca).
«Era una sociedad fascinante de la que no se conocía nada, fascinante tanto por su mundo, la sociedad, las leyes que los regían como por la cantidad de conflictos internos que hubo en la última época de los incas. Hubo una cantidad de conjuras, golpes de Estado, asesinatos incluso, que desde luego componían una novela que parece de ficción pero es real», señala Cardelús, autor de numerosos documentales y libros sobre temas de naturaleza españoles y americanos, como «Crónicas Paralelas de Iberoamérica», «Luces de la Cultura Hispana» o «La huella de España en Estados Unidos».
Uno de los elementos fundamentales de «Inca» es que toda la trama se basa en hechos reales que Cardelús fue componiendo, como en un rompecabezas, de su lectura de las diversas fuentes dispersas que existen sobre la civilización incaica. «Excepto los complementos indispensables para hacer la novela, los personajes que pongan carne a la historia, todo es real. Todos los personajes, todos los acontecimientos, por extraños, por extraordinarios que parezcan, son reales».
«Los españoles, cuando tomaron el Tahuantisuyo, se quedaron impresionados con lo que había y tomaron muchísimos testimonios de gente que lo había vivido y lo dejaron en sus crónicas», añade, ya que los incas no tenían escritura.
El problema es que estas crónicas están dispersas en diferentes lugares, en Lima, en el Archivo de Indias de Sevilla o en Madrid, en castellano antiguo y con lagunas que hay que completar. «Quizá por ello no se había hecho una novela aún», señala el autor, para quien la obra es también su primera incursión en el género de novela histórica.
Por ahora, el libro se edita solamente en España, aunque ya hay negociaciones con editoriales peruanas para publicarlo allí, donde para Cardelús es donde más repercusión debería tener, porque «aporta muchísima información dispersa» que hasta ahora solamente está en ensayos de especialistas y en las propias fuentes de aquella época.
«Inca» abre una puerta a este mundo surgido a partir de Pachacutec, que fue quien reformó todas las bases de lo que iba a ser el imperio inca: la administración, las leyes, el clero. Y puso los cimientos para la expansión posterior.
Un territorio que iba de Colombia a Chile y Argentina. «El río Maule, en Chile, fue donde se estableció la frontera», así como en el territorio argentino debido a que estaba despoblado y los incas necesitaban gran cantidad de mano de obra para su organización social. El problema fue que llegado a un punto el imperio era demasiado grande para ser gobernado, incluso pese a la extraordinaria red de comunicación y transporte que crearon los incas.
«Los personajes pedían una novela», explica Cardelús, sobre todo tres de los principales del libro: la madre de Atahualpa, hijo bastardo de Huayna Capac, que maniobró a favor de su hijo; la hermana de Huáscar, el hijo legítimo, que manejó los hilos por su hermano, con menos luces y demasiado impulsivo; y el régulo (señor) de una de las naciones conquistadas, que no se resignó al sometimiento y urdió la manera de liberarse del imperio.