Un mundo que los seres humanos apenas empezamos a notar, dice un biólogo marino.
Para una exhibición en el Museo de Historia Natural de Nueva York, el biólogo marino David Gruber iluminó un mundo subacuático desconocido creando un enorme mosaico de imágenes de coral biofluorescente mediante cientos de fotografías que tomó de un arrecife, tanto de día como de noche, en las costas de la isla Pequeña Caimán.
En una de las imágenes, una diminuta anguila fluorescente irrumpió en la oscuridad y ganó el interés de Gruber. Su equipo tuvo éxito al hallar esta misteriosa criatura brillante en su estado silvestre, junto con más de 200 especies adicionales que brillaban con biofluorescencia.
Las especies bioluminiscentes crean su propia luz mediante una reacción química o porque alojan bacterias que la producen.
En contraste, las especies biofluorescentes que Gruber descubrió recurren a un proceso pasivo en el cual las moléculas de su piel absorben luz azul del mundo oceánico y la proyectan de regreso en un espectáculo vibrante de rojos, verdes y anaranjados, visible para los humanos sólo con ayuda de una luz filtrada. Sin embargo, estos colores son visibles para revelar las tonalidades neón.
Gruber tiene la teoría de que las moléculas fluorescentes y los filtros evolucionaron para ayudar a los peces a reconocerse uno del otro y a reproducirse rápidamente en un entorno predatorio.
«Estamos descubriendo un mundo que los peces han podido ver durante millones de años, pero que los seres humanos apenas empezamos a notar. Realmente abre toda una nueva rama de la ciencia», dice Gruber, quien usa estas proteínas brillantes en investigaciones biomédicas que podrían ayudar en una variedad de estudios, que van desde el SIDA hasta funciones cerebrales.
Para ver como un pez, el equipo de David Gruber alumbra las criaturas submarinas biofluorescentes con luz azul. La cámara tiene un filtro que permite que los colores vibrantes sean visibles para el ojo humano.
National Geographic society respalda a los aventureros, científicos, fotógrafos y escritores más inspiradores del mundo. Como reconocimiento a su significativa contribución para el conocimiento, cada uno de los exploradores emergentes reciben, al principio de sus carreras, 10,000 dólares para investigación.
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