El analista David Rieff advierte que factores como la explosión demográfica y el cambio climático contribuirán a la crisis global.
¿Es posible terminar con la pobreza extrema y el hambre en el mundo? "No en las condiciones actuales", responde contundente el analista, periodista y crítico cultural estadounidense David Rieff (Boston, 1952) en entrevista en Madrid.
Tras sumergirse en el humanitarismo, los crímenes de guerra, las intervenciones internacionales y escribir su libro más personal sobre la enfermedad y muerte de su madre Susan Sontag ("Un mar de muerte", 2008), Rieffdedica su último trabajo, "El oprobio del hambre" (Penguin Random House), a analizar la lucha contra el hambre que libra el mundo actual, con una mirada crítica y desmontando ideas preconcebidas.
"Es posible progresar más, pero no erradicarlo en las condiciones actuales", defiende. Aunque el problema no es la disponibilidad sino el acceso a los recursos, ante la subida de los precios de los alimentos básicos. "Es una cuestión de justicia e igualdad. Y a no ser que contemos con cambios políticos muy importantes no cambiará la situación", pronostica.
El autor apunta la explosión demográfica y el cambio climático como dos fuentes de incertidumbre que impiden predecir cómo será la lucha contra el hambre en los próximos años. Y se rebela "contra la inevitabilidad" y la certidumbre sobre el futuro, precisamente en un momento de inseguridad absoluta sobre las bases de las sociedades actuales.
Especial: El futuro de la comida
"Las instituciones políticas están en bancarrota en todos los países ricos, el mundo está menos seguro en lo que cree pero al mismo tiempo tenemos la certidumbre de que vamos a hacer algo que nunca se ha hecho antes. Porque erradicar el hambre y la pobreza sería lo más radical que podría hacerse aparte de erradicar la mortalidad".
Pero la realidad es muy distinta y Rieff incluso apunta a la posibilidad de una crisis mundial de suministro absoluto de alimentos entre 2030 y 2050, en la que se conjugarían elementos como la explosión demográfica, el cambio climático, el aumento de la desigualdad que aumentaría los flujos migratorios -la crisis actual sería "gotas en comparación con el océano que podría darse no sólo en Europa sino en todas partes del mundo"- y que en último término podría llevar a un colapso completo de la sociedad.
"A lo mejor en algunos lugares ya está sucediendo. Saná, la capital de Yemen, podría ser la primera ciudad que se quede sin agua en muy poco tiempo", pronostica. Sudán también ejemplifica bien la guerra de los recursos (agua y alimentos) a la que el mundo podría verse abocado en este siglo XXI, provocando enormes tensiones sociales.
Como las que estuvieron en el germen de las Primaveras Árabes, donde la subida de los precios de los alimentos desempeñó un importante papel y que junto a la inestabilidad política suponen un caldo de cultivo para el nacimiento de movimientos extremistas.
Sin embargo, Rieff considera que el yihadismo actual responde más bien a una problemática religiosa. "Es la expresión extrema de una crisis interna del Islam en la que se decidirá qué tipo de Islam va a predominar en el futuro: si uno agresivo o uno capaz de convivir con otras culturas y religiones".
"La guerra contra Daesh (Estado Islámico) va a ser larga pero terminará", apunta. "El final del yihadismo es más posible que el final del hambre".
Porque frente a los avances técnicos como panacea para acabar con él, Rieff defiende una solución más política en la que el acceso a los alimentos pase a ser un auténtico derecho humano. "Lo primero sería dar al Estado parte de esa autoridad que ha perdido en el último siglo tras la revolución de (el ex presidente estadounidense Ronald) Reagan y (la ex primera ministra británica Margaret) Thatcher", defiende el analista.
Una premisa que no parece muy probable en la actualidad. Tras los dos mandatos de Barack Obama que ahora concluyen con un balance de gran importancia simbólica pero un tanto decepcionante -por haber tardado tanto en promover iniciativas como el deshielo con Cuba y no haberlo hecho cuando contaba con mayoría demócrata en el Parlamento- "Estados Unidos ha virado mucho hacia la derecha", asegura.
La precandidata demócrata Hillary "Clinton habría sido republicana hace 50 años", señala Rieff, que afirma no tener fe en ninguno de los candidatos que luchan por la nominación a la Casa Blanca. Al menos por ninguno con opciones reales, porque el demócrata Bernie Sanders "sería maravilloso, pero no tiene posibilidad alguna".
Para Rieff, Sanders y el precandidato republicano Donald Trump son producto de la rabia contra establishment político y contra el sistema, de forma similar a como esa indignación ha dado lugar al nacimiento de partidos de extrema derecha o izquierda en Europa. "Pero esa rabia después no lleva a ningún lado", como ha demostrado el caso de Syriza en Grecia.
"Sí ha funcionado mejor en América Latina, donde Rafael Correa en Ecuador o Evo Morales en Bolivia sí son alternativas serias e incuso el socialismo en Brasil al menos al principio. En Argentina no me tomo el peronismo en serio como si fuera democrático. Es caudillismo", asegura este intelectual cuya mordaz visión del mundo arrastra la herencia de su madre Susan Sontag, pero también de su padre, el sociólogo Philip Rieff.
"Hasta cierto punto eres el producto de tus padres y también el resultado de la rebelión contra ellos", explica Rieff. "Como producto de ellos, puedo decir que me uní a la empresa familiar de la intelectualidad". ¿Y cómo rebelión? "Mi madre era una idealista desde un punto de vista profundo, no es que no entendiese lo terrible que era el mundo, pero lo amaba de una forma muy profunda en la que yo no lo amo".
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