AFP.- En pleno barrio de Hongdae de Seúl, conocido por su animada vida nocturna, un café llama la atención. En el Bar de Pyongyang en su fachada está dibujado un albañil con el eslogan: «¡Mira! ¡Ese es él!». Esta es una burla a la propaganda de Corea del Norte.
No existen conexiones postales ni telefónicas entre las dos partes de la península coreana y sus habitantes no pueden cruzar libremente la frontera.
Aunque su propietario, Jang Woo-kyung, nunca ha cruzado la Zona Desmilitarizada (ZDC) entre los dos países, oficialmente en guerra, la decoración de su bar está inspirada en Corea del Norte.
Además de los pósteres que adornan las paredes, el verde pálido del café recuerda al color de los edificios y apartamentos de Pyongyang. Muchos eslóganes hacen referencia a la propaganda del régimen, imitando incluso la tipografía blanca sobre fondo rojo.
Pero en lugar de elogiar a la dinastía que ha gobernado Corea del Norte durante siete décadas con mano dura, lo que podría infringir las leyes de Corea del Sur, los mensajes del bar están más en sintonía con el lugar.
«¡Sirvamos la cerveza la más fresca!», dice uno de ellos. Otros recuerdan las normas sanitarias haciendo referencia a los castigos del régimen vecino, como el que indica que «Fumar se castiga con el pelotón de fusilamiento».
Antes de abrir su bar, Jang recibió la orden de retirar los retratos de Kim Il Sung y de Kim Jong Il, abuelo y padre, respectivamente, del actual dirigente Kim Jong Un, que estaban expuestos en la fachada exterior del café.
«Soy una persona leal al capitalismo». Jang trabajaba como gerente de un restaurante japonés. Pero perdió un 50% de sus ingresos tras las tensiones diplomáticas entre Corea del Sur y Japón.
El menú de este particular bar ofrece platos típicos de Corea del Norte como la sopa fría de fideos de Pyongyang y bebidas con marcas norcoreanas imaginarias. Una falsa tienda de recuerdos expone baratijas reales del vecino del norte.
Aunque en su gran mayoría la clientela está compuesta por surcoreanos curiosos que vienen a divertirse, a veces simpatizantes o desertores del norte también visitan el bar, explicó Jan.
«Hay algo familiar en los escritos y eslóganes. Parece que han prestado mucha atención a los detalles», dijo Na Min-hee, de 30 años, norcoreana que se trasladó al sur en 2016.
Este tipo de establecimiento podría «ayudar a la gente a abordar temas como la reunificación con menos temor y en un ambiente positivo», agregó.
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