La comida no es un lujo sino una necesidad. Pero, existen rincones, como Sen Lin, donde podemos detenernos a observar, casi admirar, cada platillo sobre la mesa: sus colores, textura, incluso composición, tal como se haría con una obra de arte.
Texto: Marissa Espinosa
La culpa por arruinar esta perfección se disipa con cada bocado mientras los sabores explotan en tu paladar. Tal maestría en los detalles solo puede provenir de manos conocedoras como las del chef Wayu “Light” Wattanakamin, del restaurante Sen Lin, quien se encarga de crear una experiencia genuina.
Ubicado en el hotel Grand Velas Riviera Nayarit, el recién remodelado Sen Lin tiene una decoración moderna, lista para disfrutar de una buena comida y plática.
A la mesa, con un coctel y la carta en mano, no siempre es sencillo decidir qué pedir, pero siempre hay alguien con quien contar: en mi caso, el propio chef Wattanakamin se dio a la tarea de preparar un menú que sobrepasa los estándares del visitante más sibarita.
Para abrir el apetito, un maki de salmón. Después, un entremés zen tartare (tártara de atún) con ensalada y vinagreta de arroz.
La emoción aumentaba entre tiempos e ingredientes tradicionales presentados de manera atrevida. Las ensaladas no siempre acaparan los reflectores y, cuando pensé que no podrían sorprenderme, la yum nue yang o ensalada de res picante a la parrilla con hojas tailandesas se hizo una de mis favoritas por su balance entre frescura, textura, temperatura y picor.
Las culturas culinarias de China, Japón, Corea, Vietnam, Malasia, Camboya y Tailandia son fuente de inspiración en creaciones como el relleno de cerdo con camarón y champiñones asiáticos de los rollitos Nems. La espera se torna impaciente con cada platillo, pero la recompensa llega en forma de una sopa con camarón picante, un equilibro de sabores que hace imperceptible el picor.
Todo lo bueno tiene un fin, y no se podría esperar algo menos que espectacular luego de todo el despliegue de sabores. Así, la jaiba frita de concha suave (poo nim tod pung kahri) llega a la mesa. El crustáceo se acompaña de salsa de curry y puré de papa a la cúrcuma. Para lamer el plato. Tras una experiencia sin igual, el postre promete ser tan eléctrico como el menú: un mousse de yuzu (cítrico nipón) con chocolate, esponja de ajonjolí y helado de té de limón.
En efecto, comer es una necesidad pero el lujo, como lo muestra Sen Lin, está en los detalles.
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