Las últimas palabras de Salvador Allende, presidente de Chile, resuenan aún después de 50 años del golpe de estado
A las 7:55 de la mañana del 11 de septiembre de 1973, desde el Palacio de la Moneda, el presidente de Chile se dirigía a la nación por radio:
“Informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado Valparaíso y que la ciudad estaría ocupada, lo que significa un levantamiento contra el gobierno.”
Salvador Allende había subido al poder tras triunfar en las elecciones presidenciales de 1970. Médico de formación, la clara filiación socialista del candidato de la Unión Popular le valió el apoyo de las clases media y baja del país.
Socialismo a la chilena
El gobierno de Allende tomó medidas en beneficio del pueblo chileno, como la nacionalización de la industria minera, hasta entonces administrada por empresas extranjeras. Los salarios aumentaron y los precios se congelaron, y se expropiaron terrenos para repartir en entre el sector campesino.
Tras la inconformidad de los empresarios y el boicot internacional contra los productos chilenos, la Unión Soviética se convirtió en un importante aliado económico. Chile además ofreció asilo a refugiados y perseguidos políticos de todo el mundo. Estas acciones se orientaban a favorecer a la población, pero tuvieron repercusiones que llevaron al país a una crisis económica que polarizó a la sociedad y a la opinión internacional.
El cambio ideológico alarmó al gobierno estadounidense, entonces en plena Guerra Fría. Viendo a Chile como un potencial enemigo, la administración de Nixon comenzó a conspirar contra el gobierno de Allende.
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El golpe de estado
Después de varios meses de tensión económica y diplomática, al amanecer del 11 de septiembre de 1973 se levantaron el ejército, la fuerza aérea, la armada y los carabineros con el apoyo naval de Estados Unidos.
A las 8:45, Salvador Allende volvió a hablar por radio desde Santiago:
“La situación es crítica, hacemos frente a un golpe de estado en que participan la mayoría de las fuerzas armadas.”
En ese momento, los aviones militares comenzaban a bombardear el Palacio de la Moneda, donde los servidores públicos intentaban desesperadamente frenar el golpe. Unos minutos después, Allende volvió a hablar:
“El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.”
Para cuando las fuerzas armadas lograron entrar al Palacio de la Moneda, el presidente, se había suicidado.
Chile después del presidente Allende
En los días que siguieron al ataque, el ejército disolvió el senado, asesinó a los representantes de la Unión Popular, proscribió los partidos de izquierda, irrumpió en redacciones de periódicos, en fábricas y en la Universidad Técnica del Estado y ejecutó a cientos de simpatizantes del gobierno caído. En el Estadio Chile y en el Estadio Nacional se concentró a estudiantes, sindicalistas, artistas e intelectuales, se les torturó y en algunos casos se les pasó por las armas.
Se estableció una junta de gobierno encabezada por Augusto Pinochet, comandante en jefe de las fuerzas armadas. La cruenta dictadura militar no terminaría sino hasta 1990, habiendo costado miles de vidas, despojos y desapariciones.
Este artículo es de la autoría de Rodrigo Ortega Acoltzi, quien investiga y escribe sobre arte e historia. Puedes leer más de su trabajo aquí.
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