Las conquistas musulmanas, desde su inicio, cambiaron la historia de la Península
Por su cercanía geográfica, la cultura árabe y la península ibérica siempre han estado estrechamente relacionadas. Al-Ándalus, el reino musulmán, ocupó la mayoría de la Península desde el año 711 d.C. hasta principios del siglo XI. Desde entonces, la historia ibérica ha estado profundamente marcada por la influencia árabe.
Las conquistas musulmanes comenzaron tiempo antes de que Al-Ándalus existiera. De acuerdo con Britannica, el califato musulmán, conquistó a mediados del siglo VII Siria y Egipto. Además, a finales del siglo, el ejército islámico inició una expedición en Marruecos, acercándose a la frontera con el sur de España.
El general del ejército bereber, Tariq, lideró la conquista de la península ibérica. Uno de los primeros territorios que tomó fue Toledo, ciudad española que ahora es conocida como la ciudad de las tres culturas por la ocupación judía, cristiana e islámica. El rey visigodo, Rodrigo, había sido asesinado poco antes y esto facilitó la conquista de Mérida.
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El posicionamiento militar, religioso y político de Al-Ándalus
Tras la conquista de Sevilla, la provincia andaluza se estableció como la capital de Al-Ándalus y sería gobernada por Abd al-Aziz. Ahora, según la Fundación Pública Andaluza, surgió una ruptura en la dinastía que enfrentó al califato omeya con el abasí. Esto provocó el asesinato de Abd al-Aziz y la capital se trasladó a Córdoba, quedándose en manos del califato omeya.
El ejército islámico logró extenderse hasta Francia, pero una serie de conflictos internos acabaron con el califato omeya como se conocía. En el 756 Abd al-Rahman, un príncipe omeya, derrotó al Yusuf de Córdoba y fundó el emirato omeya español que más tarde se convertiría en un califato independiente de Oriente.
«Abd al-Rahman introdujo la formación de un consejo de estado, la reorganización del sistema judicial, y la división de España en seis provincias militares. Embelleció Córdoba con la construcción de una espectacular mezquita, escuelas y hospitales, y fue reconocido por su clemencia hacia la población cristiana de España», menciona Britannica.
A pesar de los conflictos internos y la resistencia de unos pocos españoles (principalmente el reino independiente de Asturias), se sucedieron un total de nueve emires en Córdoba hasta el 929, con la creación del califato independiente. Desde entonces, Al-Ándalus vivió uno de sus momentos con mayor esplendor cultural.
El final de Al-Ándalus
Antes del debilitamiento del califato de Córdoba, el gobernador en facto Almanzor, arrasó con los reinos cristianos del norte de España e inicio campañas punitivas contra ellos. Después de su muerte, su hijo menor Abderramán Sanchuelo no pudo controlar lo que su padre había llevado a cabo. Esto provocó la pérdida de control sobre los bereberes y la inconformidad de la aristocracia árabe.
«En 1009, una revolución en Córdoba llevó a la deposición de Hisham II y al asesinato de Sanchuelo. Ningún omeya pudo controlar a los bereberes, quienes saquearon la capital y comenzaron a exigir tierras en Al-Ándalus. La revuelta daría inicio a unos 20 años de inestabilidad», menciona Britannica.
Finalmente, en el 1031, las familias más importantes de Córdoba abolieron el califato y declararon el inicio de una república. A pesar de ello, quedaron algunos resquicios de Al-Ándalus que se extendieron hasta 1492, cuando desapareció el emirato nazarí de Granada.
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