El Almagesto, escrito por Claudio Ptolomeo en el siglo II d.C., es el primer gran libro de astronomía y uno de los tratados más influyentes de la Antigüedad. Esta obra recopila el conocimiento astronómico de su época, como el sistema geocéntrico que situaba a la Tierra en el centro del universo. A pesar de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, donde se cree que fue escrito, y la caída de imperios y califatos, su influencia perduró durante 1,400 años.
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El título original de la obra de Ptolomeo era Syntaxis Mathematica, pero es más conocida por su traducción del griego al árabe con el título Al-Majisti (El más grande), de donde deriva su nombre más popular: Almagesto.
El tratado incluye un catálogo con la posición de 1,022 estrellas, describe el modelo geocéntrico y ofrece un método para calcular las posiciones de los planetas, el Sol y la Luna, así como para predecir eclipses, basado en conocimientos antiguos. Sin embargo, no se sabe qué contribuciones fueron originales de Ptolomeo. “Aunque el modelo partía de supuestos erróneos, sus resultados eran correctos”, señala el investigador Guillermo Sánchez León en The Conversation.
A pesar de su importancia, el libro estuvo a punto de desaparecer con la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, donde Ptolomeo trabajaba y muchos manuscritos originales estaban almacenados. La pérdida de este centro del conocimiento tras la caída del Imperio Romano significó la desaparición de innumerables obras de la antigüedad.
El contenido de este valioso libro logró sobrevivir gracias a las copias realizadas en otros centros de conocimiento y a su preservación en Bizancio.
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De alguno de los ejemplares conservados en Bizancio se tradujo la obra del griego al árabe en la Casa de la Sabiduría de Bagdad durante el califato abasí, bajo el título Al-Majisti (El más grande). Posteriormente, se realizaron otras traducciones árabes, aunque solo unas pocas fueron conservadas.
El texto finalmente Almagesto llegó a Europa a través de al-Andalus y, en el siglo XII, Gerardo de Cremona lo tradujo del árabe al latín, facilitando su difusión por el continente. La llegada de la imprenta a finales del siglo XV amplió aún más su distribución, asegurando su impacto duradero en la ciencia. La teoría geocéntrica de Ptolomeo fue la referencia en el mundo árabe y occidental hasta que Copérnico, Kepler y Galileo la reemplazaron con sus teorías heliocéntricas.
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