Ministra de los dioses antiguos, mandataria de la Dinastía XVIII y revolucionaria: Anjesenamón se desempeñó como una figura política y religiosa durante años.
Anjesenamón fue hija de un par de ‘dioses’. Después de que Nefertiti, fueron la dupla política que quiso consolidar el poder religioso y político en ellos mismos.
Anjesenamón fue la tercera de sus hijas. Mientras que sus padres buscaban desbancar el sistema político egipcio —que había perdurado durante más de 3 mil años— ella creció en un entorno convulso. Akenatón, su padre, «prohibió la religión tradicional de Egipto y suprimió las prácticas religiosas«, explica World History Encyclopedia. Con ello, se ganó profundas enemistades en el Imperio.
Su padre quería instaurar el culto absoluto a Amón-Ra, la deidad solar en Egipto. Todas las demás figuras del panteón sagrado no sólo quedaron prohibidas cuando subió al poder, sino que se consideraron heréticas por él y sus seguidores. Como los sacerdotes de los templos dedicados a Amón-Ra tenían el poder para desbancar a la élite en el poder, así lo hicieron. En ese entorno, Anjesenamón aprendió a ejercer la política egipcia.
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Esposa de su padre y su hermanastro
Durante el reinado de Akenatón, la principal fuente de riqueza para los egipcios era la tierra. Como los sacerdotes de Amón-Ra contaban con amplias hectáreas dedicadas a la agricultura, sustentaron el cambio político radical en su capacidad comercial. Finalmente, ellos eran quienes tenían los medios de producción para mantener la abundancia del Imperio.
Con ello, Akenatón erradicó el politeísmo tradicional que había imperado en Egipto durante milenios. En su lugar, impuso el culto absoluto a Atón: el dios del disco solar, encarnado en él mismo. Para culminar su movida política de renovación, cambió el centro político de Tebas a la antigua ciudad de Amarna. Fue ahí donde Anjesenamón creció —y fue educada— para ser la novia-niña de su propio padre.
El incesto era una práctica común en el Antiguo Egipto. Era una manera para concentrar el poder entre las familias reales únicamente, por lo que no se vio mal que Anjesenamón desposara eventualmente a su propio padre. En algún punto de su juventud, sin embargo, la princesa egipcia tuvo otro amante: Tutankamón, su hermanastro.
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‘Aquella que vive por Amón’
Como la familia real habitaba el mismo espacio, lo más probable es que Anjesenamón y Tutankamón crecieran juntos. Como hermanos, como compañeros de clase y como herederos políticos, compartieron gran parte de sus primeros años de vida. Así lo explicó el arqueólogo Zahi Hawass para la edición de 2004 National Geographic:
«[…] ambos niños debieron de haber crecido juntos y puede que jugaran juntos en los jardines de palacio. Los niños de la realeza habrían recibido lecciones de profesores y escribas, que les habrían enseñado sobre la sabiduría y el conocimiento de la nueva religión de Atón».
Tan es así, que Anjesenamón se traduce literalmente como aquella que vive por Amón. Como fue la primera mujer en nacer en Amarna, aparece en múltiples murales, estelas y papiros de su época. Aún a pesar de que se le consideró una figura sagrada, junto a los demás miembros de su familia, en la actualidad se desconoce su fecha de nacimiento exacta.
Los egiptólogos aseguran que fue una de las faraonas más reconocidas de la Dinastía XVIII, que coincide con la época en la que su padre gobernó. Cuando Akenatón murió, Anjesenamón contrajo matrimonio inmediatamente con su hermanastro, a quien acompañó hasta sus últimos días.
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Ministra, esposa y faraona
A Tutankamón se le conoce como el faraón niño, al ser el más joven en asumir el poder en la antigüedad egipcia. Subió al trono a los 12 años, y a esa edad se casó con su media hermana, Anjesenamón. Gobernaron en conjunto durante 7 años, hasta que el faraón murió en una jornada de caza.
Para entonces, los egipcios consideraban que el reinado de Akenatón había deshornado el principio sagrado de ma’at, o la armonía. El equilibrio del universo se había visto interrumpido por los aires de grandeza de un único hombre, que había afectado el orden natural y sacro de las cosas.
Por ello, cuando Tutankamón subió al poder, abolió cualquier resquicio de las atrocidades que su padre había cometido contra los demás dioses. Al restablecer el politeísmo en el Imperio —y regresar la capital a Tebas—, los antiguos aliados políticos de Akenatón se quedaron sin poder. Aunque el nuevo faraón obedeció a las necesidades espirituales de su pueblo, se le miró con desconfianza por su juventud y ascendencia.
Por su parte, Anjesenamón no perdió su rol sagrado en la realeza egipcia. Por el contrario, se convirtió en ministra para coronar a su nuevo esposo como faraón, con la gracia y el perdón de los dioses ofendidos. A partir de entonces, a la pareja real se le representó con una camaradería inusual entre los reyes egipcios, según documenta History Extra.
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Una reina de mandato breve
Al morir Tutankamón, Anjesenamón prácticamente desapareció de los registros egipcios. Se sabe, a partir de los papiros que se han recuperado de la tumba del faraón, que se casó inmediatamente después con el penúltimo gobernante de la Dinastía XVIII, Ay. Sin embargo, no se sabe nada sobre su vida posterior, ni su fecha de muerte.
Lo que es una certeza es que su momia fue enterrada junto a su hermanastro-esposo, el faraón más joven de Egipto. Entre los sarcófagos recuperados por Howard Carter, se encontraron los de varias mujeres que lo acompañaron en vida. Se asume que uno de ellos fue, justamente, el de Anjesenamón.
No sólo eso: los arqueólogos encontraron las momias de dos bebés mujeres. Por la disposición en la que fueron encontradas, se asume que fueron las hijas de ambos faraones.
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A diferencia de Nefertiti, de quien sí se tiene un registro preciso del día en que murió, existen varias hipótesis sobre el paradero de Anjesenamón. Una de ellas es la de su nuevo casamiento. Otros historiadores piensan, incluso, que asumió el poder por su cuenta durante algún tiempo, por la fuerza política y religiosa que cultivó durante años.
Algunos arqueólogos apuestan más a que fue asesinada, por la traición que había cometido Akenatón contra el panteón sagrado. Otros, sugieren que desapareció para librarse de las tensiones políticas en su país. Todas las teorías, hasta ahora, son válidas: hasta que no se encuentre evidencia contundente de lo contrario, los años finales de la faraona siguen siendo un misterio.
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