Los Atlantes de Tula se alzan hasta 4.6 metros por encima de la pirámide que los sostiene. Son 4 colosos de piedra, construidos originalmente por la cultura tolteca, que dominó el centro del actual México. Éstas son quizá las figuras antropomorfas más grandes que se conservan en la región que se han encontrado hasta el momento.
Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), las esculturas «son representaciones de Quetzalcóatl como Estrella de la Mañana». Sin embargo, también se les asocia la connotación de antiguos guerreros toltecas. Más que nada, documenta la institución, por cómo están ataviados. Ésta es su historia.
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En la mitología mexica, Tlahuizcalpantecuhtli era el ‘señor de la aurora’. Como tal, era el dios que le daba la bienvenida a un nuevo día, con todas las estrellas que quedan en la bóveda celeste al amanecer. Por ello, también, se le conocía como la deidad ‘sonrosada’: aduciendo al color que adquiere el cielo con los primeros rayos del Sol.
Otras interpretaciones lo asocian a Venus, la estrella de la mañana. Esto lo convertiría, según se lee en el Códice Borgia, en una manifestación de Quetzalcóatl: el dios de la creación. En algunos pasajes de este documento se le representa como un arquero, lo que sugiere que desafió a Tonatiuh, el dios del sol. Por ello, los toltecas lo asociaban a una energía peligrosa.
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Honrando esta historia fundacional, los toltecas erigieron 4 colosos en Tollan-Xicocotitlan, su ciudad principal. Actualmente en la cima de la Pirámide B, del centro arqueológico de Tula, los ‘Atlantes’ —como se les conoce localmente— están hechos completamente de bloques de basalto. Cada uno cuenta con las siguientes características:
En aquel entonces, se pensaba que cuando un guerrero moría, su alma evolucionaba para convertirse en mariposa. No es extraño que los toltecas hayan adoptado esta creencia teotihuacana en su propia cosmovisión, y que la respetaran también en sus templos más importantes.
Se sabe que fueron elaborados durante el Periodo Posclásico Temprano (900-1200 d.C.) en la Cuenca Central de México. Por sus dimensiones monumentales, se pueden observar, incluso, desde la plaza central del centro arqueológico.
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