El dios maya Chaac tiene todo el poder sobre la lluvia, el agua y los rayos que caen sobre la tierra. Por su influencia en las cosechas, es considerado uno de los dioses más venerados y presentes hasta la actualidad.
Chaac, el dios maya de la lluvia y el agua, permanece vigilante en los cuatro puntos cardinales del universo. Su divinidad, fundamental para la agricultura, no se considera única, sino que se manifiesta como cuatro dioses distintos, semejante a la concepción de la Santísima Trinidad. Chaac era invocado con frecuencia por los antiguos mayas para asegurar buenas cosechas y hasta nuestros días se preserva la ceremonia del cha’a chaak para que riegue los campos.
El dios de la lluvia era una deidad benévola, asociada con la creación y la vida. Para el cultivo del maíz y la fertilidad, Chaac era el dios más importante, ya que su intervención se requería con mayor frecuencia que la de los otros dioses. Como divinidad universal, controlaba la lluvia, el rayo, el relámpago y el agua en general, elemento esencial para asegurar buenas cosechas, la prosperidad agrícola y la supervivencia de las comunidades mayas.
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Chaac, el dios maya de la lluvia y el rayo
Las representaciones de Chaac se han encontrado en diversos sitios arqueológicos a lo largo de la península de Yucatán. Sus imágenes aparecen con frecuencia en las fachadas de los templos, destacando sus características distintivas como una larga nariz y colmillos de serpiente. Además, las máscaras de Chaac decoran muchas estructuras de Uxmal, Sayil, Chichén Itzá, Kabah y Labná, reflejando su importancia en estas ciudades.
“La amplia veneración e influencia de Chaac se ven reflejadas en la gran cantidad de mascarones que le fueron dedicados y que forman parte de diversos conjuntos arquitectónicos en distintas zonas arqueológicas, particularmente en aquellas que están ubicadas en la península de Yucatán”, menciona el Instituto Nacional de Antropología e Historia.
El dios del agua es el más representado en los tres códices mayas, entre ellos el Códice de Dresde, donde se ilustra su papel en la lluvia y la agricultura. En este, aparece sosteniendo una serpiente, símbolo de agua, que fluye de sus manos. Igualmente, el Chilam Balam, un conjunto de libros sagrados de los mayas, documenta rituales y plegarias dedicados a Chaac para atraer la lluvia y la prosperidad.
En las representaciones, al dios se le ve frecuentemente con su hacha-rayo, para provocar la lluvia y los truenos, o portando una antorcha, símbolo de sequía. A veces vacía agua de una vasija y se le dibuja sobre nubes, árboles, animales y bandas astrales. En los códices, suele aparecer con una serpiente en la mano, saliendo de su boca o entrelazada en su cuerpo, mostrando su conexión con el agua y la fertilidad.
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Un dios que sigue vivo en Yucatán
Las entidades sagradas de los mayas no eran «ídolos», explica Mercedes de la Garza, doctora en historia por la UNAM. Más bien, eran percibidas como energías o manifestaciones etéreas, sutiles e imperceptibles. Estas entidades se presentaban ante los hombres como seres sobrenaturales antropomorfos, zoomorfos o fitomorfas. También se manifestaban en imágenes creadas por los propios humanos.
Muchos pueblos aún reconocen a las antiguas entidades mayas. Chaac, por ejemplo, a menudo es mencionado como sinónimo de la lluvia y está presente en la vida cotidiana de los pueblos mayas.
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