Plantado en la cima del “cerro del chapulín”, entre ahuehuetes y acueductos, el Castillo de Chapultepec es el único de su especie en nuestro continente. Desde aquí, se puede observar la Ciudad de México en un paneo sin interrupción y, ¡cómo ha cambiado! El edificio ha resistido al paso del tiempo, la invasión, y los cambios políticos en México. En su lugar, se ha naturalizado como centro del Museo Nacional de Historia (MNH).
Por su posición y altura, el cerro de Chapultepec ha sido importante desde hace más de 3,000 años. En la época prehispánica, los mexicas lo utilizaron como centro religioso, pues desde la cima se podían observar los astros…y la ciudad. Su posición estratégica permitió el trazado de Tenochtitlán, y el aprovechamiento del agua dulce que brotaba de la zona.
El manantial de agua dulce fue fundamental, pues esta región estaba rodeada de lagunas contaminadas por agua salada y lodo. Más tarde, este recurso fue utilizado por Nezahualcóyotl, tlatoani de Texcoco, para un sistema de acueductos que proveyeron de agua potable a la gran Tenochtitlan. Esta movida fue clave para definir el corazón del imperio.
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El misticismo de Chapultepec se relaciona con el tolteca Huémac y la cueva de Cincalco, ubicada en el lindero del bosque. Fue aquí, en donde Huémac “el de las manos grandes”, sufrió la venganza de los tlaloques, sacerdotes del dios del agua, Tláloc.
La historia cuenta que el tolteca, tras ganar un juego de pelota, despreció la ofrenda de los tlaloques, quienes le entregaron mazorcas de maíz. Al verse ofendidos, los sacerdotes condenaron a Huémac y a su pueblo a cuatro años de sequía. Al regresar a Chapultepec, con los pocos supervivientes y arrepentido, Huémac entró a la cueva, portal del inframundo, y no volvió a salir. El sitio adquirió simbolismo más tarde, pues se le consideró la morada de Tláloc, dios del agua de lluvia y de Chalchiuhtlicue, diosa del agua que emana de la tierra.
A la llegada de los españoles, y tras la caída del imperio mexica, el emperador Carlos V decretó Chapultepec como propiedad de la capital. Fue entonces cuando se construyó una “mansión de recreo”, para que los virreyes y demás élite novohispana pudieran pasar sus ratos libres.
El proyectó cambió 200 años más tarde, cuando el virrey Bernardo de Gálvez supervisó la construcción de un edificio más grande…el Castillo de Chapultepec. Sin embargo, este personaje no pudo verlo completado, pues falleció y con él, el avance del recinto.
La siguiente faceta del edificio llegó hasta 1833, cuando el gobierno mexicano instauró en su lugar, la sede del Colegio Militar. De ahí que el Castillo cuente con un torreón, y se asemeje a una estructura militar.
Apenas 14 años después de su remodelación, ocurrió la invasión estadounidense. El 12 y 13 de septiembre el ejército de Estados Unidos arremetió contra el castillo en la mítica Batalla de Chapultepec tras la que surgió la historia de los Niños Héroes, reconocidos cadetes. Verdad exagerada, o no, este simbólico encuentro quedó grabado en los libros de historia como muestra de patriotismo y lucha.
No pasó tanto tiempo para que este edificio fuera habitado de nuevo, y ahora por el archiduque Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota en el Segundo Imperio…¡y vaya que lo habitaron! Hasta le cambiaron el nombre a “Palacio Imperial de Chapultepec y Miravalle”. Los emperadores contrataron al arquitecto Ramón Rodríguez Arangoity, para que hiciera de este edificio un verdadero palacio al estilo europeo, con sus jardínes, arcos neoclásicos, y obras de arte importadas.
Fue una corta residencia, pues Maximiliano fue fusilado tres años después.
El gobierno de Porfirio Díaz utilizó el castillo para varios fines; primero lo regresó a su naturaleza prehispánica, al hacer de este el Observatorio Astronómico Nacional. Luego, fue la sede del Colegio Militar, de nuevo. Mientras tanto, el presidente hizo del castillo su “casa de verano”, le colocó elevadores y hasta un boliche.
Fue aquí en donde los representantes de los hermanos Lumiere proyectaron la primera película en México, en 1896. En su mandato Díaz abrió el Bosque de Chapultepec al público y lo llenó de kioscos y calzadas para el disfrute cotidiano. Tras la revolución, el castillo fue morada de presidentes, hasta 1939, cuando Lázaro Cárdenas cambió su función y lo preparó para ser sede del Museo Nacional de Historia (MNH).
Después de haber sido testigo de todo; rituales al agua, plácidos festejos, batallas y sangre derramada, el Castillo de Chapultepec ahora resiste como muestra del tiempo. Entre sus muros, ahora se encuentran más de 100,000 objetos que narran la historia de México: desde los carruajes de Maximiliano, hasta el Tzompantli, un mural hecho de cráneos.
Tan solo este año, más de 5 millones de personas han recorrido los pasillos del castillo, con la esperanza de unir los fragmentos que han construido la historia de México.
Este texto fue escrito por Aura Moreno Rosales, periodista de profesión y lectora suspirante. Le gusta trotar por el mundo, sobre todo si es a través de las palabras. Colabora como redactora en National Geographic en Español.
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