¿Cómo logró Charles Darwin, un biólogo sin título, convertirse en «el hombre más peligroso de Inglaterra»? Metiéndose con la Iglesia (sin querer).
La supuesta enemistad entre la ciencia y la fe —principalmente la fe cristiana— es compleja y, sin embargo, resumible en una cita del afamado físico teórico Stephen Hawking.
Hay una diferencia fundamental […]: la religión se basa en autoridad, mientras que la ciencia se basa en la observación y razón.
Sin embargo, al armar una lista de las más grandes eminencias científicas de la historia, nos damos cuenta de que muchas de ellas lograron conciliar ambas dimensiones humanas, a menudo a través de la noción de un «arquitecto» o «legislador» encargado del orden cósmico. Estamos hablando de figuras como Albert Einstein, Isaac Newton, Lord Kelvin y Louis Pasteur.
Charles Darwin tenía un conocimiento bastante profundo de la fe predominante cuando publicó su famoso libro El origen de las especies. Sabía que era su deber comunicar sus hallazgos, aún si esto representaba un peligro para él, como ocurrió con Galileo.
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Experiencia de primera mano en la fe
Darwin no era un estudiante ejemplar. De hecho, en ocasiones, parecía ser todo lo contrario. Aunque tenía una curiosidad inmensa y una gran ambición por el conocimiento, sus calificaciones no lo reflejaban.
En 1827, abandonó sus estudios médicos en Universidad de Edimburgo por falta de interés. Su padre, molesto, lo inscribió en el Colegio de Cristo de Cambridge para convertirlo en un religioso al servicio de la Iglesia Anglicana.
En su autobiografía, Darwin declaró que durante este periodo
No dudaba, en lo más mínimo, la veracidad estrictamente literaria de cada palabra en la Biblia
Darwin respetaba la fe cristiana con la que fue criado, pero no le apasionaba. En su lugar, su actividad favorita era algo con lo que sí que sí podría sacarle provecho a su breve paso por la medicina: su educación autodidacta en «naturalismo». La biología no estaba lo suficientemente desarrollada en la época victoriana para considerarse una ramas científica por sí sola, por lo que un «naturalista» era lo más cercano a un biólogo moderno.
¿Qué dice ‘el libro que cambió al mundo’?
Aunque ahora lo consideramos una de las figuras más influyentes de la historia, Charles Darwin seguía sin saber a qué quería dedicar su vida en sus «veintes bajos». Pero sí sabía que no quería dedicarse a la religión. Prácticamente como un escape a la incertidumbre de su realidad, Darwin se registró como asistente de documentación en una expedición cartográfica de 5 años a Sudamérica: El HMS Beagle.
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La idea central de El origen de las especies es que, a través de pequeños cambios ocurridos a lo largo de muchas generaciones, ciertos linajes desarrollan características ventajosas para su supervivencia. Al sobrevivir por más tiempo — y hallarse en «mejor forma» — estos linajes se reproducen más y más hasta que, eventualmente, toda la especie adopta este rasgo ventajoso. Actualmente, nos referimos a este proceso como selección natural o evolución.
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Aunque ahora las palabras evolución y creación son consideradas incompatibles (e incluso antagónicas), lo cierto es que Charles Darwin siempre evitó referirse a sus descubrimientos como la ‘Teoría de la evolución’; de hecho, la palabra «evolución» no aparece ni una sola vez en todo el libro —al menos en sus primeras cinco ediciones.
‘El hombre más peligroso de Inglaterra’
Los roces entre Darwin y la Iglesia Anglicana — una rama mucho más influyente que la Iglesia Católica en la Inglaterra Victoriana — fueron intensos pero breves. Algunos teólogos incluso lo apodaron ‘el hombre más peligroso de Inglaterra’ en sus escritos hacia él. Aunque el naturista no buscaba conflictos sí declaró que
Gradualmente, fui desilusionándome de la idea de que la cristiandad es una revelación divina
Charles Darwin falleció en 1882, con 73 años de edad. A su muerte, hubo dos encargados principales de seguir desarrollando sus ideas y terminar de solidificar el darwinismo como corriente académica: Ernst Haeckel y Thomas Huxley. A diferencia de Charles, ellos sí tenían (y expresaban) un desdén por la religión organizada.
Eugenesia y el lado oscuro del darwinismo
Huxley se regodeaba en ver el darwinismo como un movimiento antagónico a Iglesia Católica; llamándola «el enemigo más consistente y vigoroso del intelecto humano». Haeckel, por su parte, llevó el darwinismo a una interpretación más oscura, sentando las bases de la eugenesia y el supremacismo racial europeo en su libro Las maravillas de la vida .
Pronto , la escena teológica también comenzó a responder a la amenaza percibida en el darwinismo. Eminencias de la época como el presbiteriano Charles Hodge lo trataban como sinónimo del ateísmo.
Como podemos ver, el conflicto entre Charles Darwin y la fe fue algo mayoritariamente póstumo; las fricciones ideológicas que seguimos percibiendo luego de más de un siglo son en realidad los ecos del choque radical entre sus seguidores y sus detractores, que se ven reforzados cada vez que resuenan entre el corazón y la mente de un creyente. Es entonces que, al proyectarse de vuelta hacia el exterior en forma de cuestionamiento, logran perpetuarse para seguir resonando —de manera distinta— con cada nuevo creyente, educado o converso.
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