Al menos 200 figurillas femeninas de barro fueron analizadas para averiguar más sobre la cultura Chupícuaro. Esto fue lo que encontraron.
Estilizadas, desnudas, hechas una a una en cerámica 2 mil 800 años atrás: las figurillas de Chupícuaro han permanecido como un misterio para la arqueología mexicana. Ubicado al centro-norte de la antigua Mesoamérica, este asentamiento humano desarrolló una línea estética única y distintiva. Las narices largas y tocados finamente decorados que visten a estas representaciones femeninas son únicas del actual Guanajuato, en el Bajío mexicano.
Recientemente, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) colaboró con universidades locales y francesas en un proyecto de investigación para entender más sobre esta cultura milenaria. Específicamente, a partir los materiales y las técnicas que los artesanos de Chupícuaro emplearon para crear estas piezas. Esto fue lo que encontraron.
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Granos de café por ojos
Las figurillas de Chupícuaro se distinguen de otras manifestaciones artísticas en Mesoamérica por tener amplios collares de cuentas, orejas redondas y brazaletes elaborados. Los arqueólogos saben que estas figuras —que suelen ser siempre femeninas— están cuajadas de características regionales:
«Los alfareros enfatizaron las caras y las cabezas de estas figuras mientras que a menudo indicaban mínimamente los cuerpos, sin embargo, era importante clasificar las figurillas como femeninas al indicar los genitales», documenta el Metropolitan Museum de Nueva York, que no estuvo involucrado en el estudio.
Recientemente, en busca de entender mejor la producción artística de esta cultura antigua, los investigadores concluyeron la primera temporada del proyecto FiG-ArO. Iniciado en 2022, las siglas aluden «a una contracción no literal sobre el término ‘figuras Chupícuaro'», explica el INAH en un comunicado, y consideró un total de 200 piezas únicas.
La mayoría de ellas, como se acostumbró en la época, comparten estas características comunes:
- Ojos en forma de café
- Torso desnudo
- Tocados y peinados elaborados
- Brazaletes
- Sexo expuesto
Los investigadores destacan que estas figurillas se colocaban como parte de ofrendas funerarias en entierros. Otros autores piensan que es probable que se diseñaran como «compañeros de los difuntos». Sin embargo, también es posible que se emplearan para rituales de fertilidad.
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Traer nueva vida a mujeres de terracota
Brigitte Faugère, la autora principal del estudio y coordinadora de FiG-ArO, los esfuerzos que México y Francia han impreso al proyecto «permitirán reconstruir la ‘vida’ de cada elemento seleccionado, desde su creación hasta su desecho». No sólo eso: también contribuye a la conservación y catalogación del patrimonio existente.
Para ello, el equipo de investigación empleó técnicas no-invasivas en las mujeres de Chupícuaro. Específicamente, luces ultravioleta, infrarroja y visible. De esta manera, les fue más sencillo detectar restauraciones y aspectos de manufactura. Fue así como pudieron conocer los elementos químicos, pastas y minerales sobre las piezas.
“Caracterizar a las figurillas nos permitirá saber si con el tiempo los artesanos cambiaron sus herramientas de trabajo, o bien, las fuentes de extracción de los pigmentos y las arcillas que usaron”, concluyen los especialistas.
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